Era un chiste. Tenía ese sentido: “al programa de seguridad de Scioli sólo lo respaldan los opositores”. Era para reír, una chanza ingeniosa. Pero no, lo que se infiere es lo que preocupa. Lo que no se decía -a esta altura ni hace falta- es que el kirchnerismo le dio la espalda a la iniciativa del mandatario bonaerense para enfrentar la inseguridad. Puede ser incompleta, inconsulta, oportunista, pero de mínima muestra que un gobernador trata de dar una respuesta para tranquilizar al ciudadano, que espera gestos de la clase política en cuanto a que tiene la intención de dar pelea a la delincuencia. Este distanciamiento se entiende a la luz de la interna peronista, ya que Scioli es un enemigo del Gobierno nacional desde que reconoció que quiere ser presidente en 2015; y hoy es uno de los principales candidatos a suceder a Cristina el año próximo, aunque pataleen los “K”. ¿Lo quieren acorralar para obligarlo a negociar esa postulación? ¿No quieren que sea el candidato del kirchnerismo puro? O simplemente, ¿no quieren que alguien a quien no consideran parte del “modelo” sea quien tenga que dar la cara por él?

Scioli disgusta a Cristina; por boca de sus colaboradores lo explicita. A Scioli hasta le conviene que desde el kirchnerismo lo señalen y que los opositores tengan un poco de condescendencia con él. Ahora bien, para el resto de los mandatarios justicialistas quedó claro el mensaje que baja desde la Casa Rosada: ojo con imitar al bonaerense, por más que Capitanich diga -y lo repita todos los días- que la seguridad es cuestión de las provincias. Es incomprensible que bajo esa estrategia nacional no se avale a quien sigue la consigna de que el combate contra la inseguridad es responsabilidad de las provincias. En Tucumán, en un primer momento, el alperovichismo salió a aplaudir la decisión de Scioli, y hasta se habló de imitarlo. Pero cuando desde el poder central se le bajó el pulgar a la iniciativa del bonaerense, se puso un freno. Un auténtico dilema. ¿Cómo se pergeña un plan de acción contra la inseguridad provincial al estilo Scioli, lo que significaría estar del lado del ex piloto, y se habla del tema pero sin mencionar al bonaerense? Para la gestión local está más que claro: Scioli es mala palabra. Lo que conlleva un ingrediente político peligroso para el alperovichismo: ¿cómo acercarse a Scioli -porque el bonaerense puede ser el próximo Presidente- sin molestar al kirchnerismo?

En materia de seguridad, el Poder Ejecutivo está obligado a hacer algo para llevar tranquilidad a la sociedad. Por lo menos, de boca de los funcionarios tucumanos surgió que hay acciones en mente. Pero, cuidado con las palabras que se usan para hablar de inseguridad: “la causa más severa es la exclusión que sufrió parte de la población”, dijo el ministro de Seguridad Ciudadana. O sea, ¿admite que falló la política de inclusión que tanto defiende la Presidenta? No vaya a ser que llegue a oídos del kirchnerismo que desde Tucumán se están poniendo en duda los efectos de la política social de la “década ganada”. O bien, se deberá creer que en el PE se están “sciolizando” en la conducta política. ¿Un guiño al bonaerense? En esa línea, cabe pensar que Alperovich no puede huirle a la interna del PJ, tiene que participar en las PASO que elegirá al candidato presidencial peronista para 2015. Las opciones son pocas. En adelante va a tener que tomar riesgos -ya lo dijimos en esta columna- y empezar a mirar a quién le dará sus votos a nivel nacional. Claro, antes tiene que resolver un “problemita doméstico”: a quién designa como sucesor. Porque “ese” heredero es el que tendrá que lidiar -de triunfar- con el nuevo Presidente. Y si este es del PJ, más le valdrá haberlo acompañado en la interna del peronismo. Porque en el PJ, las lealtades se pagan con creces y las equivocaciones con mucha frialdad desde el poder. Y Alperovich sufrió la de Kirchner en los primeros meses de gestión.