“Es una Copa comprada. En Brasil hay mucha corrupción”, sostiene Alexander mientras maneja su taxi rumbo al estadio Mineirao. “Quedé decepcionado”, agrega. La prueba de que el triunfo del anfitrión en el debut mundialista había dejado un gusto amargo estuvo en la calma pospartido. Nada de bocinazos ni de algarabía por las calles de Belo Horizonte. Al contrario, se hablaba más de la violencia generada durante las manifestaciones vespertinas, que incluyeron un auto volcado frente a la Jefatura de Policía. Durante la mañana disminuyó la cantidad de camisetas amarillas. Es más; fueron los miles de colombianos llegados para ver el choque de mañana contra Grecia los que coparon el centro.
“No, robado no se disfruta”, tituló su columna de opinión el prestigioso periodista Alvaro Oliveira Filho (diario deportivo Lance). La prensa brasileña no se privó de criticar al árbitro japonés Yuchi Nishimura. A los especialistas tampoco les gustó la forma del éxito de la “verdeamarelha”, pero se abroquelaron tras una opinión: Brasil jugó mejor y mereció ganar.
“¡Neymar e o melhor do mundo!”, dispara Fernanda. “Pero fue penal?” “Nooooo… Ese árbitro es un burro”, acepta. Fernanda estudia en la Universidad Federal de Minas Gerais. A su novio, Flavio, lo embarga el escepticismo. “Jugando así no vamos a llegar muy lejos”, pronostica. “Hay que sacar a Hulk y a Fred. ¡Que Felipao ponga a Bernard!”, exclama. Se entiende: Bernard es ídolo en Belo Horizonte, ya que viste la camiseta de Atlético Mineiro.
El error de Nishimura enfocó los reflectores en el plantel de árbitros. Cada vez que piten se desmenuzará la jugada como en una mesa de operaciones. Los goles mal anulados a México durante el partido con Camerún contribuyen a acrecentar la polémica. “No hay buena Copa sin buen arbitraje”, definió Alexander con toda la razón.