Houari ha desplegado una bandera argelina y se arrodilla sobre ella. Levanta los brazos al cielo y entona una plegaria. Se le marcan las venas del cuello. “Le está pidiendo a Alá que ayude al equipo”, explica Houari. “¿Cómo? ¿Se llaman igual?” “Sí, hay muchos Houari en Argelia”, apunta. Digamos entonces que el rezo es de Houari I y la definición de Houari II, en un inglés rudimentario pero comprensible.
Es cierto que Argelia necesitará el respaldo divino porque debuta contra uno de los cucos del Mundial. Bélgica llega precedida de excelentes antecedentes: una clasificación sin sobresaltos, un equipo compacto y figuras de relieve europeo, como Eden Hazard, motor del Chelsea inglés, y el arquero Courtois. Pero son muchos más. “No importa, con el apoyo de su gente mi selección dará la sorpresa”, sostiene Houari II.
Belgas y argelinos se cruzan amistosamente en Belo Horizonte. Intercambian bromas y posan para las selfies. Son alrededor de 4.000 los africanos que llegaron a Brasil, de su país y de las colonias repartidas por Europa y -en especial- Canadá. El grupo de los Houari proviene de Orán, la ciudad que pintó Albert Camus en “La peste”. Estuvieron en Río de Janeiro, donde Houari II filmó un video abrazado con hinchas argentinos. Todos cantan “¡Messi, Messi…!” “Messi number one in my country”, subraya Houari II. Su amigo seguía apuntando con su oración a La Meca. Les hará falta toda la ayuda posible.