BAGDAD.- El líder espiritual de la mayoría chiita de Irak pidió la rápida creación de un nuevo gobierno “efectivo” que evite los “errores del pasado”, en un llamado que aumenta la presión sobre el tambaleante primer ministro Nuri Al Maliki ante una alarmante ofensiva de islamitas sunnitas. El chiita Al Maliki, en el poder desde 2006, enfrenta desde hace años acusaciones de discriminar a las minorías sunnita y kurda de Irak, y los cuestionamientos crecieron en los últimos días pese a que el premier achacó el caos en el país sólo al avance de los yihadistas pero de ninguna manera a su actitud hacia los sunnitas.
Los insurgentes pertenecen al Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), un grupo que quiere crear un califato islámico sunnita ultraconservador en ambos países y que la semana pasada tomó las principales ciudades del valle del Tigris al norte de Bagdad. El bloque de Maliki fue el más votado en las elecciones de abril pasado, pero las diferencias con los sunnitas y los kurdos han impedido hasta ahora formar gobierno.
Las especulaciones de que Maliki podría ser obligado a dar un paso al costado crecieron velozmente luego de que el gran ayatollah Ali Al Sistani, máximo autoridad religiosa de los chiitas de Irak, pidiera una rápida formación del nuevo gobierno.
En su sermón, leído por uno de sus asistentes en la ciudad santa iraquí de Kerbala, el gran ayatollah pareció culpar veladamente a Al Maliki por la crisis resultante del avance del ISIS.
“Es necesario que los bloques políticos ganadores empiecen un diálogo que produzca un gobierno efectivo que disfrute de un amplio apoyo nacional, evite errores del pasado y abra nuevos horizontes hacia un futuro mejor para todos los iraquíes”, dijo el clérigo a través de su representante Ahmed al-Safi.
Al Sistani también pidió que se respete el plazo límite para la formación del nuevo gobierno, agregó al-Safi en Kerbala, una ciudad ubicada al sur de Bagdad y sagrada para los chiitas.
El avance del ISIS hacia Bagdad -se libran combates a 60 kilómetros de la capital- amenaza con reeditar la ola de violencia sectaria que en 2006 y 2007 dejó a Irak al borde de la guerra civil, en el caos desatado tras la invasión estadounidense.
El presidente estadounidense, Barack Obama, que anunció el envío de 300 militares de elite para asesorar al Ejército iraquí y tratar de frenar a los islamitas, también dirigió un fuerte mensaje a Al Maliki, pidiéndole que gobierne con una “agenda inclusiva” que permita superar las diferencias sectarias. Varios legisladores estadounidenses han pedido públicamente que Al Maliki dé un paso al costado, acusándolo de haber exacerbado las tensiones con los sunnitas y de haber permitido que el yihadismo las explotara.
Aunque Obama no se hizo eco de estos pedidos, diciendo que no corresponde a Estados Unidos elegir a los líderes iraquíes, tampoco realizó ninguna manifestación de apoyo al premier.
Menos de tres años después de haber retirado a los soldados de Irak, el mandatario norteamericano insistió en su intervención en la Casa Blanca que no volverá a enviar tropas de combate al país árabe. No obstante, sostuvo que igualmente podría aprobar “ataques selectivos y precisos” si la situación lo requiere. Los problemas para Al Maliki crecen mientras el ISIS y el Ejército combaten por el control de la mayor refinería de petróleo de Irak, ubicada en Baiji, 250 kilómetros de Bagdad, lo que provocó un aumento del crudo, que agregó preocupación a la guerra. (Télam-especial)