Goles. Esa es la receta que necesita Alejandro Sabella para que las conjeturas se terminen. Goles que dejen de lado el 5-3-2, el 4-3-3 y las mil elucubraciones tácticas que se alumbran durante los días de espera entre partido y partido. Goles que tornen anecdóticas las versiones sobre la calidad de la convivencia entre el plantel y el cuerpo técnico. Goles de Messi, de Higuaín, de Agüero. Que los sufra Irán y que los goce el entrenador.
“No me molestó lo que dijo Messi, no es la primera vez que sostiene que prefiere el 4-3-3. Además lo dijo con mucho respeto”, le respondió Sabella al batallón de cronistas que lo enfrentaron en las entrañas del Mineirao. Y de paso mandó un mensaje: “no buscamos enemigos externos, no estamos mirando de dónde viene el golpe”. En otras palabras; lo que afirman los medios corre por cuenta de los medios y no esmerila la intimidad del plantel. Tampoco hay enojos por lo que se publica, al menos no en voz alta.
Armonía, cordialidad, respeto, libertad. Sabella utilizó todos los sinónimos que encontró a mano para subrayar que con los jugadores la buena onda fluye. Que ni se le ocurre dictarles lo que deben declarar cada vez que se encuentran con el periodismo. Pícaro, resaltó que de lo contrario no hubiera mandado a Messi a la conferencia de prensa cuando el partido con Bosnia estaba tibio. “Los jugadores pueden decir lo que quieran y así lo hacen”, resumió.
Fue una semana extraña para Sabella. De repente, a causa de un trascendido y de las posteriores declaraciones de Messi fueron asignándole rótulos de toda clase. Que es defensivo; que los jugadores lo obligaron a cambiar la táctica en el entretiempo del partido; que Messi le marcó la cancha; que hay un quiebre en la relación con el grupo. “El grupo somos todos”, enfatizó el DT, mientras refutaba cada concepto. No le gustó como estaba jugando la Selección, más allá de que vencía a Bosnia, y por eso puso tres delanteros. No habló de estos temas con Messi en ningún momento. No hay motivos para imaginar algún roce interno; al contrario. Hay paz.
Hábil y cuidadoso declarante, Sabella dejó muy claro que si es necesario volverá al 5-3-2. No contra los iraníes, a quienes imagina defendiendo el cero; sí más adelante, si las circunstancias lo requieren. A su lado, Augusto Fernández le dio la derecha. “Si hay que cambiar, se cambia”, simplificó el discurso el DT. Un mensaje de autoridad, a su manera, con sus modos tranquilos. “Trato de mantener mi modo de ser y mis convicciones”, añadió, al tiempo que valoraba la importancia de la autocrítica. Y recordó que él mantiene la autocrítica a flor de labios.
El plantel se quedó practicando en la concentración de Cidade de Galo mientras Sabella y Fernández marchaban hacia el Mineirao. El esquema está afinado desde el jueves, cuando la Selección clausuró el portón y se entrenó sin testigos. Sí, habrá 4-3-3 y los “cuatro fantásticos” serán de la partida, pero el retroceso ordenado cuando se pierde la pelota es una obsesión de Sabella y por allí pasó buena parte del trabajo en el campo. Todos tienen que sacrificarse un poco más en la recuperación, en especial Di María, a quien lo aguarda un ida y vuelta interminable por la franja izquierda.
Sabella casi no habló de Irán, en los papeles el adversario más flojo de la zona. No obstante, en el debut los persas lucieron al mismo nivel de Nigeria. Fue 0 a 0, en el peor partido del Mundial hasta el momento. “Es un equipo fuerte física y mentalmente”, advirtió el entrenador, y hasta se permitió relacionar esa templanza con las guerras que azotaron al país. No obstante, Sabella parece más preocupado por el calor del mediodía y por la irregular condición del césped del Mineirao. Se descuenta un triunfo abultado y esa siempre es una presión extra. Pero esos goles son, a la vez, los que obligarán a mirar a la Selección con otro prisma.
Algunas de las versiones lanzadas durante los últimos días rozaron lo disparatado. Por ejemplo, que Julio Grondona y Carlos Bilardo habían “apretado” a Sabella el jueves, cuando se encontraron en Cidade de Galo. “No tenemos tiempo para leer todo lo que se publica”, deslizó Sabella. Desde su entorno se amplió la consideración. Son muchísimas horas de radio y TV en vivo, muchas páginas que escribir, mientras la generación de noticias es mínima por la naturaleza de la concentración y los tiempos del Mundial.
Los tres puntos conseguidos contra Bosnia son la base para mejorar, según el DT. Apeló a un clásico del léxico de la prensa española para definir sus sensaciones durante el entretiempo de ese partido: “necesitábamos un revulsivo”. El Mineirao, estadio en el que “su” Estudiantes conquistó América, es el escenario ideal para agregarle un revulsivo espiritual al plantel. Goles, en otras palabras.