BELO HORIZONTE.- Ezequiel “Pocho” Lavezzi se ganó un lugar junto a Lionel Messi en el ataque argentino ante Suiza en octavos de final, un desafío clave para poner fin a una larga racha de 16 años sin vencer a un equipo europeo en las instancias decisivas de una Copa del Mundo.
La última vez que Argentina sorteó a un rival europeo en la fase eliminatoria de un Mundial fue en Francia 1998, cuando venció en octavos de final por penales a Inglaterra para luego caer en cuartos ante Holanda por 2-1. Y la última vez que lo derrotó en tiempo reglamentario, en el partido en sí, data de la “era Maradona”, 28 años atrás: el 3-2 de la final sobre Alemania en México 86.
Los últimos Mundiales fueron de sinsabores para los argentinos, eliminados en primera ronda en Corea del Sur/Japón 2002 y en cuartos de final de Alemania 2006 y Sudáfrica 2006, en ambas ocasiones por la selección germana.
Con ese desafío a las puertas, Argentina quiere cambiar su suerte. La lesión muscular que sufrió Sergio Agüero dejó en suspenso a los “cuatro fantásticos” y el técnico Alejandro Sabella apostaría mañana en San Pablo por un delantero muy particular. No llega al nivel de superhéroe, pero tiene un arranque eléctrico, un humor a prueba de todo y una capacidad para retroceder y cubrir espacios que podría ser vital a la hora de reforzar el desequilibrado mediocampo argentino.
“Lavezzi es un delantero extremo que te puede defender todo el lugar y ser un atacante punzante, es desequilibrante”, señaló el “número dos” de Sabella, Claudio Gugnali. El campeón francés con el París Saint Germain no es un típico “9”, tampoco un media punta que se queda arriba para esperar el pase. No, Lavezzi lo va a buscar.
“Nos puede ayudar en el mediocampo, se puede cambiar de sistema muy fácil con el ‘Pocho’ para pasar de un 4-3-3 a un 4-4-2. También tiene gol, nos puede aportar cosas diferentes”, consideró también “Maxi” Rodríguez.
Cada vez son más las voces que advierten de la necesidad de reforzar el mediocampo. El ex técnico César Luis Menotti consideró en una videocolumna difundida por DPA que la salida de Agüero puede favorecer a la Argentina “porque le va a dar otra posibilidad al equipo de ser más ancho”.
“Veo que hay muchos espacios en el medio, Nigeria nos hizo dos goles, cualquier equipo nos erra goles o nos hace goles. Y en eso Suiza es peligroso”, alertó.
El lateral Pablo Zabaleta remarcó que el mediocampo es clave. “Para tener más equilibrio sí que nos beneficiaría tener un jugador más en el medio de la cancha”, consideró uno de los referentes del Manchester City.
Sabella los escucha pero busca una solución que no resigne potencia goleadora, la identidad albiceleste. Y el “Pocho” podría ser la respuesta ante una Suiza con Xhedran Shaqiri, del Bayern Munich, líder de un “mediocampo combativo”, como lo define Gugnali. Lavezzi entró como suplente en lugar de Agüero primero ante Irán y luego frente a Nigeria. Conformó a todos, más allá de su inesperada broma a Sabella al costado del campo de juego, cuando le arrojó agua con su botella.
La figura de “Pocho” trasciende su frescura en la cancha. Ocurrente, bromista y con un “look” que evolucionó con el correr de los años, el delantero de 29 años y 1,73 metros de altura se convirtió en el nuevo “sex symbol” de las argentinas. Músculos marcados, gesto de reo y el cuerpo cubierto por tatuajes, incluido un polémico revólver a la altura de la cintura, hacen suspirar a las mujeres.
Disfruta de los millones que gana en el París Saint Germain, pero no olvida sus orígenes humildes en Villa Gobernador Gálvez, en las afueras de la misma ciudad de Rosario de donde surgió Messi, al que lo une un vínculo en los albores de la selección: cuando el hombre del Barcelona se puso por primera vez la camiseta argentina en un partido oficial, fue entrando al campo en lugar de Lavezzi durante un amistoso de la selección Sub 20 ante Paraguay en Buenos Aires. Lavezzi tiene una trayectoria especial. Luego de haber fracasado en una prueba en Boca, comenzó a jugar en Estudiantes de Caseros, en la tercera división, donde llamó la atención del Genoa italiano, que se lo llevó sin debutar aún en la máxima categoría. Pero para darle fogueo, lo cedió a San Lorenzo, donde comenzó a crecer y destacarse. Luego jugó cinco años en el Napoli antes de llegar en 2012 al club francés.