Antes de viajar a Brasil, Argentina puso en la valija los goles de Lionel Messi, Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín. Si había una lista para armar el equipaje, seguro figuraban en los primeros puestos. Casi eran los documentos necesarios para entrar al país vecino. Los de Ezequiel Lavezzi podían olvidarse como quien se deja un cepillo de dientes. “Compramos unos allá”, se escuchó en el avión.
Entonces, es importante aclarar que el partido del “Pocho” no puede ser analizado o medido en base a una característica que nunca tuvo en el seleccionado: capacidad goleadora. Menos de cinco en casi 40 partidos hablan por sí solos. Aún habiendo reemplazado a un goleador nato como el “Kun”, que tampoco encontró lo suyo.
Ahora bien, nadie contaba con los goles del nuevo galán de la Selección Nacional pero sí con sus desbordes y el desequilibrio por las bandas, y eso es algo que continúa perdido en el bolso desde que Argentina pisó Brasil.
Lavezzi fracasó en su intento por burlar a la defensa suiza, primero desde la izquierda y luego desde la derecha. Desde el primer sector se tornó previsible con sus constantes intentos de terminar las jugadas, enganchando hacia adentro. Tal como le sucedió a Ángel Di María al comienzo.
El enroque entre ambos a comienzos del segundo tiempo intentó modificar el status pero fue en vano. Ni siquiera con su perfil, Lavezzi pudo hacer algo de lo que Sabella había imaginado para él en su primer partido como titular en un Mundial.
Su salida a los 74’ confirmó los problemas que estaba teniendo para generar peligro. En su lugar ingresó Rodrigo Palacio, clave en el gol sobre el filo de los penales con su recuperación de pelota.
Esta jugada quizás haga meditar al entrenador sobre quién debe jugar por el “Kun” si es que se pierde su segundo partido consecutivo por lesión.
Ayer, el “Pocho” no fue un desastre ni mucho menos, pero la inmediatez del partido de cuartos (el sábado a las 13) y la importancia de los duelos por venir, obliga a replantearse cosas. (Especial)