Por Gerardo Puig, DYN
Fue una agonía, un sufrimiento constante el que tuvieron que vivir miles de argentinos en San Pablo. El destino escribió que el seleccionado argentino debía sufrir, igual que los miles de hinchas que llegaron al Arena Corinthians.
Argentina fue por primera vez visitante en lo que va del Mundial. Los brasileños y los suizos fueron más que los también miles de argentinos, quienes de todas maneras se hicieron sentir, con las canciones de siempre.
Aunque fueron muchos menos que en los tres partidos de la fase de grupos, miles de hinchas con banderas y camisetas celestes y blancas llegaron muy temprano al estadio con la ilusión de conseguir el pasaje a los cuartos de final.
Fue todo una fiesta hasta que empezó el partido, porque desde ese momento todo se volvió un sufrimiento. En la cancha, Argentina no podía, no sabía cómo doblegar el buen planteo defensivo de los suizos; y en las tribunas los hinchas se miraban, preocupados. Hicieron lo que mejor les sale y lo que distinguió cada partido del seleccionado en este Mundial.
El aliento bajó desde los cuatro costados. Contra Brasil, pidiéndole un poco más a los jugadores, soñando con volver a “ser campeones como en el 86” y las de siempre.
Llegó el alargue y las inseguridades del equipo se convertían en nervios insoportables para los hinchas, que cantaban pero con timidez. No había respuestas adentro y eso enmudecía a los de afuera. El “Suiza, Suiza” que coreaban los miles de brasileños irritaba a los argentinos y algunos ya mostraban ganas de descargar con ellos esa bronca contenida.
Finalmente el desahogo llegó y fue el grito que todos esperaban desde el principio. Messi condujo con frialdad un contragolpe en el momento más caliente y Di María, a quien Benaglio le había negado el gol en dos oportunidades, definió con cara interna y el Arena Corinthians estalló. Allí se desató una tormenta de abrazos y llantos.