Hay una cita con la historia aguardando a la Selección. Lo sabe Alejandro Sabella, lo saben los jugadores. “Si no ganamos va a ser una frustración”, dijo el técnico. Se refería al hecho de quedarse afuera de los cuatro mejores de la Copa del Mundo, el karma que persigue al fútbol argentino desde 1990.

La palabra fracaso no traspasó sus labios pero está ahí, flotando encima del plantel como una mochila de plomo que sólo se evaporará si el equipo cumple el cometido con el que llegó a Brasil: jugar siete partidos. Para eso hay que ganarle esta tarde a Bélgica. ¿Se puede? Claro que se puede.

“No vamos a cambiar por el hecho de enfrentar a Argentina”, subrayó Marc Wilmots, conductor de los europeos. Si cumple su promesa Bélgica saldrá a disputar la pelota en la mitad de la cancha, justamente lo que no hicieron Bosnia, Irán, Nigeria y Suiza en los encuentros anteriores. Eso puede redundar en la aparición de los espacios que tanto necesitan Messi y compañía. Pero también en el riesgo de extraviar la brújula si Eden Hazard y los suyos copan la parada e inclinan la cancha hacia Sergio Romero. Hará falta equilibrio, ese que pregona Sabella y que a su equipo tanto le cuesta encontrar.

“Los argentinos nos creemos más de lo que somos”, subrayó Sabella durante el cara a cara con la prensa. “Somos así, es cultural”, agregó. Le habían preguntado si su Selección está sobrevalorada por los hinchas y por la prensa. Si no le estaremos pidiendo peras a un olmo que, hasta aquí, sólo ha entregado los frutos del juego de Lionel Messi. “Hace cuatro años lo criticaban y ahora dicen que dependemos de él… No es fácil”, sentenció Sabella.

Repaso

En 1994, el equipazo de Basile se desmembró apenas saltó el doping de Diego Maradona. Fue despedido en octavos, contra Rumania. En 1998 la barrera de cuartos la puso Holanda, con un golazo de Bergkamp cuando el partido parecía extenderse a un alargue. En 2002 el equipo de Bielsa naufragó en la primera ronda.

En 2006 y en 2010 el verdugo fue el mismo -Alemania- y en la misma instancia -cuartos de final-. Claro que hubo diferencias de forma: de la mano de José Pekerman fue caída por penales; con Maradona en el banco se produjo la deblacle (0-4). Esa es la historia de estos 24 años fuera de las semifinales. La revancha está servida en un estadio maravilloso, bautizado merecidamente con el nombre de un jugador que le hace honor a su grandeza: Mané Garrincha.

Que José María Basanta reemplazará al suspendido Marcos Rojo es un hecho. Durante la práctica de ayer apareció Martín Demichelis en el lugar de Federico Fernández. ¿Fue un ensayo o Sabella prescindirá de uno de sus hombres fijos justo en esta instancia? Vale un apunte: antes del partido con Suiza parecía que Maxi Rodríguez ingresaba entre los titulares, de acuerdo con lo visto en el entrenamiento previo. Pero al final jugó Ezequiel Lavezzi. La diferencia pasa por el bajo nivel de Fernández, preocupante porque nunca se acomodó ni con Ezequiel Garay ni con Pablo Zabaleta en la última línea. No lo ayudaron los volantes, es cierto, pero él tampoco se ayudó. Habrá que ver.

Sabella ensayó una defensa pública de Gonzalo Higuaín ayer. Recordó que viene de una lesión, que no tuvo tiempo de ponerse a punto como es debido y que, de todos modos, fue el jugador que más corrió durante el choque con los suizos. “Jugó para el equipo”, sostuvo el DT, lo que está muy bien. El problema es que de Higuaín se esperan goles, su especialidad, y hasta el momento no aprovechó las escasas oportunidades que se le presentaron. Habrá más Higuaín entonces, sobre todo porque Sergio Agüero será reservado para una hipotética semifinal. Irá al banco, pero es muy difícil que juegue.

Estrategia

Los belgas no hacen marca personal ni construyen telarañas defensivas tan densas como las que vienen apareciendo en el derrotero de la Selección. No comen vidrio y está claro que se cuidarán celosamente de Messi y de Ángel Di María, pero lo suyo es la pelota. Apropiarse de ella, jugarla con inteligencia y dibujar el arco rival en todas las miras. Es una novedad para la Selección enfrentar a esta clase de rival, decididamente más peligroso, pero al mismo tiempo menos obsesionado por los deberes defensivos.

Según Sabella, la clave del fútbol moderno pasa por la ocupación de los espacios, en especial por la inteligencia de los delanteros para retroceder y plantar bandera en esas posiciones. Recordó que el gol contra Suiza nació de un quite de Palacio en la mitad de la cancha y puso como ejemplo el sacrificio que hacen jugadores de Barcelona, Real Madrid y Bayern Munich para distribuirse atinadamente en el campo. Pues bien, los belgas son expertos en el ataque a partir de esos espacios vacíos, y Argentina suele dejarlos cuando la defensa y los volantes quedan a kilómetros de distancia. Si la Selección no ajusta ese funcionamiento entre líneas se le pueden complicar las cosas, Mucho cuidado con esto.

Si la Selección tiene una cita con la historia, Messi transita por la misma variable. Hasta aquí es la figura del equipo y supo brillar en los momentos comprometidos, cuando más se lo necesitaba. Bien por él y por Di María, notable durante la prórroga con los suizos y más allá del gol que anotó. Pero como remarcó Sabella, Messi depende del equipo que lo rodea. Así fue campeón Maradona en 1986. Es tiempo entonces de que Higuaín, Gago, Lavezzi y a quien le toque entrar sintonicen esa onda mágica para que a Messi le sobren los receptores, los socios, los compadres que limpian el camino y colaboran con él.

Hay una cita con la historia bajo el cielo de Brasilia. A la hora señalada, en la calle principal del pueblo y con los testigos asomados a las ventanas. Pero no serán pistoleros los protagonistas, sino futbolistas de una Selección que quiere ser desde el día que empezó la Copa del Mundo. Ser un equipo, nada menos.