Por Karolog Grohmann, Reuters
BELO HORIZONTE.- Brasil está obligado. Debe, sin tiempo que perder, superar el golpe de quedarse sin su estrella Neymar (por lesión) si pretende derrotar a una terriblemente consistente Alemania y asegurarse un lugar en la final del Mundial que se juega en los jardines de su casa. La primera semifinal se jugará hoy, a las 17, en el gigante Mineirao.
Brasil, que busca su sexto título mundial, todavía está asimilando la lesión que sufrió Neymar, y todo el país reza para que las posibilidades del equipo no hayan sido irreparablemente dañadas. Sin embargo, para Brasil no existe otra alternativa que llegar a la final en Río de Janeiro el 13 de julio. Cualquier otro resultado sería una catástrofe nacional para un país con 200 millones de fanáticos del fútbol, similar a la derrota sufrida en 1950 a manos de Uruguay, en el mismo mítico estadio Maracaná de Río.
Pero la de Neymar no será la única baja que el técnico Luiz Felipe Scolari se verá obligado a atender, puesto que el capitán Thiago Silva tampoco podrá jugar por estar suspendido.
Igualmente, si alguien sabe cómo vencer a Alemania sin dos de sus mejores y más grandes figuras, ese es el propio Scolari, quien llevó a Brasil a ganar su último título mundial en 2002 con una victoria por 2-0 en lo que es, sorprendentemente, el único encuentro de Copa Mundial entre ambos (habiendo disputado 21 partidos entre sí).
Sin embargo y pese a la más dolorosa de las derrotas, la consistencia y constancia de los europeos desde entonces es espectacular, presentándose como aspirante al título cada cuatro años y llegando a las semifinales en 2006, 2010 y 2014. Claro que en lo que han fracasado es en levantar un cuarto trofeo, tropezando siempre con el penúltimo obstáculo cada una de aquellas veces.
Sin un título mundial desde 1990 y sólo uno internacional desde la Eurocopa 1996, los alemanes están convencidos de que finalmente tienen un equipo que puede asestar el golpe mortal. Y no importa que sea el local y pentacampeón Brasil el que hoy esté de frente.
Menos emocionante y menos joven que en el 2010, pero sin dudas más eficiente y experimentada, la selección alemana no necesitó de toda su potencia contra Francia en cuartos de final, marcando un gol temprano y manteniendo la ventaja con relativa facilidad.
El fondo con Jerome Boateng y Mats Hummels como defensas centrales funcionó como un reloj, eliminando la mayoría de las amenazas en los pies de Karim Benzema. Algo que quieren repetir esta tarde cuando ya no sea el galo quien los presione sino Fred, Hulk y William o Bernard (que luchan por reemplazar a Neymar).
Mientras, su rápido cambio a ataque también operó como una máquina alemana bien aceitada. “El equipo es fuerte y estable. En los cinco torneos anteriores (Mundiales y Eurocopas) llegamos a las semis. Ahora es momento en esta semifinal de avanzar un paso más”, sueñan los germanos en conjunto, buscando ser los primeros finalistas.
La semifinal pone cara a cara a dos equipos con historia, que llegaron a los momentos decisivos de la mano de ella, pero con una actualidad igual de prometedora. Aunque uno hoy sólo quedará con vida.