La música de proyección folclórica comenzó aadquirir popularidad en nuestro país en los años treinta y cuarenta. El despegue también coincidió con la gran ola de migración interna del campo a la ciudad y de las provincias a la gran urbe nacional. De esa manera se instaló, en los años cincuenta, el “boom del folclore”, como género principal de la música popular nacional junto al tango.
Popularidad
En las décadas del sesenta y del setenta la popularidad del folclore argentino se expandió y también se vinculó a otras expresiones similares de América Latina, de la mano de diversos movimientos de renovación musical y lírica, y de la aparición de grandes festivales del género, en particular del Festival Nacional de Folclore de Cosquín, uno de los más importantes del mundo en este rubro.
Luego de verse afectada por la represión cultural impuesta por la dictadura, instalada entre 1976-1983, la música folclórica resurgió a partir de la Guerra de las Malvinas de 1982. Aunque con expresiones más relacionadas con otros géneros de la música popular argentina y latinoamericana como el tango, el llamado “rock nacional”, la balada romántica latinoamericana, el cuarteto y la cumbia.
Cuatro grandes regiones
La evolución histórica fue conformando cuatro grandes regiones en la música folclórica argentina: la cordobesa-noroeste, la cuyana, la litoraleña y la sureña pampeano-patagónica, a su vez influenciadas por las culturas musicales de los países fronterizos: Bolivia, sur de Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Sin dudas, Atahualpa Yupanqui es unánimemente considerado como el artista más importante de la historia de la música folclórica de Argentina. Y fue el artista por excelencia que engalanó la cartelera de la primera y segunda edición de la denominada Fortaleza del Folclore Nacional. Pero, al decir del farmacéutico Edgardo Eudoro Sánchez Tello, de 78 años, la tercera edición del festival monterizo en 1967 significó su consolidación y total consagración.
Landriscina
El tercer festival “Monteros de la Patria, Fortaleza del Folclore”, que se desarrollló en el club Ñuñorco, no sólo se organizó y promocionó con el slogan que el Indio Apachaca popularizó, sino que contó con presencias prestigiosas de un humorista de la talla de Luis Ladriscina. “Pero el chaqueño se presentó a actuar de traje y moñito. En Cosquín lo había hecho de alpargatas, bombacha bataraza, pañuelo al cuello y sombrerito. Lo cual le daba un aspecto mas provinciano, simpático y original”, dijo Gómez Tello.
“Discutimos un buen rato -añadió el farmacéutico- porque me parecía que no podía actuar de mocito. Pero el hombre se salió con la suya y a pesar de la vestimenta fue un suceso. No obstante, en otro festival le confesó a mi amigo Roberto Juárez que yo tenía razón porque él en Cosquín había triunfado con esa ropa y caracterización”.
Convocatoria
Otro hecho llamativo del festival de 1967 fue la presencia en el firmamento de unos objetos luminosos no identificados que asombraron a los presentes, mientras actuaban los payadores Carlos Molina y Alvaro Casquero. Para salir del paso y romper la tensión uno de ellos dijo: “Mirá, es tanta la fama de este festival que ni los Ovnis se lo quieren perder y se vinieron hoy”.
ENTRE GUITARRAS, BOMBOS Y VIOLINES
- EL BOOM FOLCLÓRICO.- En los años cincuenta se produjo el llamado “boom del folclore”, un fenómeno de difusión masiva y gusto por la música popular de raíz folclórica que obedeció, entre otras causas, a la masiva migración, desde los años treinta, hacia Buenos Aires de trabajadores provenientes del llamado “interior” del país, de extracción cultural y étnica diferente de los inmigrantes europeos -mayormente italianos- que habían llegado hasta ese momento, durante siete décadas, y que estaban más ligados al tango.
- OTRAS RAZONES.- También fue importante para la popularización del folclore, la expansión de los medios de comunicación de masas como la radio, el cine, el disco y la aparición de la televisión. El proceso de industrialización y urbanización y el mejoramiento de las condiciones de vida de una extensa clase asalariada y una amplia clase media, y la aparición de una sociedad de consumo.
- EXPLOSIÓN.- En 1949, el presidente Juan Domingo Perón dictó el decreto 3371/1949 de Protección de la Música Nacional, por el cual disponía que las confiterías y lugares públicos debían ejecutar un 50%, al menos, de música nativa. La norma se consolidó en 1953 con la Ley N.º 14.226, más conocida como Ley del Número Vivo, que ordenaba incluir artistas en vivo en las funciones cinematográficas. Las medidas promovieron una explosión de artistas y grupos folclóricos.
- MODALIDAD.- En las primeras ediciones de la fiesta folclórica de Monteros, los artistas se alojaban en casas de familias del lugar. Como eran cinco días de festival, hacían dos o tres salidas, por noche, durante dos o tres días. Sin duda cobraban por la presentación, ya sea de dos o tres noches y no por hora ni por show como lo hacen ahora. Aún más, los ballets folclóricos están siendo sustituidos por parejas de bailarines, en coreografías como las que hace Jorge Rojas, cuando actúa en los festivales (foto izquierda). Además, los propios intérpretes se animan a bailar y hasta a zapatear.
- UN DUO CON HISTORIA.- El dúo Coplanacu (foto central) -conformado por Roberto Cantos y Julio Paz- continúa el estilo del famoso binomio salteño, que integraban Néstor “Chacho” Echenique y Patricio Jiménez. Coplanacu se formó en 1985, en Córdoba, aunque ambos integrantes son oriundos de Santiago del Estero. Fue otro de los números convocantes de las ediciones más recientes de Monteros canta a la Patria.
- LOS HUANCA HUA.- En 1960, el Chango Farías Gómez formó Los Huanca Hua junto a Pedro Farías Gómez -director desde 1966-, Hernán Figueroa Reyes -reemplazado poco después por Marián Farías Gómez-, Carlos del Franco Terrero y Guillermo Urien. El conjunto no fue a Monteros pero Figueroa Reyes (foto de arriba a la derecha) logró actuar en la tercera edición.