Un hombre está a punto de explotar, toda su vida pasará frente a sus ojos y el estallido será espectacular. Hugo Varela es el voluntario para el experimento, un juego teatral que promete hacer volar por los aires por primera vez a un músico con su instrumento en mano. Armado de guitarrita, barba de gnomo y un humor entre ácido y absurdo, el hombre bala convertirá el escenario en una carpa de circo, por arte de la magia y del teatro negro.
El artista cordobés trae al NOA “Explosivo”, su obra más reciente, con nuevos instrumentos, canciones, historias y la participación de su hijo Lucas Varela en dúo payasesco con Tato Cayón. Esta noche actuará en el teatro Alberdi de Tucumán, y mañana en el Teatro del Huerto de Salta; ambas funciones serán desde las 22.
“Es un sueño de la infancia que voy a concretar”, adelanta Varela, con el cañón listo para hacer escala en la región y los artefactos que salieron este año de su taller indescriptible: una guitarra cruzada con un acordeón, una flauta capicúa y un paraguas silbador. “Tengo un taller bastante grande y voy juntando cosas que almaceno en bateas, con cueros, metales, aluminios, maderas, pequeñas vasijitas con clavos, tornillos, tuercas y herramientas que heredé de ex suegros que me la regalaban. Me gustan las herramientas y paso mucho tiempo fabricando instrumentos, pero el paraguas silbador fue un trabajo terrible”, explica durante su diálogo con LA GACETA.
- ¿De qué manera organizás tu trabajo cuando armás un show nuevo, como “Explosivo”?
- Siempre quisiera tener un método ordenado, pero en lo creativo el orden es bastante difícil. Voy tirando puntas; armo cositas que no sé para qué son; fabrico los instrumentos; escribo alguna canción; trabajo eslabones sueltos, y después armo una cadena. A la hora de ir cerrando el show pienso en cosas para que quede listo. Ahí le voy agregando a medida que lo voy viendo.
- Además de vos mismo a punto de explotar, el show tiene juegos con los espectadores, un bolero para las mujeres al que titulaste “Cocina moderna para la mujer fácil”, cuecas, milongas, valsecitos para hablar del big bang, de la penetración cultural y de las maneras de ser cordobés. ¿Cómo fue cambiando tu humor en los 35 años que llevás de carrera?
- Mirando para atrás, voy perdiendo la vista; en realidad, los mecanismos humorísticos son más o menos combinaciones de los existentes: cambia el lenguaje, las costumbres nuevas que aparecen y ciertos temas. Hay más libertad con respecto a las expresiones que se van diciendo en radio y televisión. No es que haya cambiado, lo artístico está en cómo se diga la cosa, no tanto por cuál es el tema sino por cómo lo contás. Es como el sexo: lo podés hacer sutil o a las patadas. La experiencia me sirvió para mejorar la puntería. De 10 canciones, antes me funcionaban dos. Ahora hago tres y a lo mejor andan todas.
- ¿También te sirvió la experiencia con el público?
- Han pasado cosas muy insólitas. Uno piensa que el público que tiene corresponde a la generación de uno, pero siempre armé los espectáculos para que venga toda la familia, los abuelos, los matrimonios, los adolescentes descarriados, los niños. Me interesa y busco un lenguaje para que se enganchen todos. Me ha pasado que con Internet y las redes, los chicos se enganchan y llevan a los padres al espectáculo. Es al revés de lo previsto, una cosa muy loca, impensada. Pero cuando hago los espectáculos no lo hago pensando en nadie.
- ¿Te interesó alguna vez hacer canciones o temas que no fueran humorísticos?
- Cuando escribo una canción pienso que se entienda, que haga reír. Me gusta la música, toco la guitarra, avanzo en lo musical, por ahí armo cosas serias, pero como algo absolutamente personal. Hay un par de gatos y perros que me escuchan.
- ¿Te costó despegarte de los prejuicios y expectativas que genera ser un humorista cordobés?
- Me fui de Córdoba a los 19 años. Todavía no sabía que me iba a dedicar a esto. Estudiaba arquitectura y me había fijado otras metas, pero también estudiaba mimo y música, y escribía cosas. Se abalanza esto y me doy cuenta de que el humor era algo central y también un salto al vacío. No tenía referentes ni humoristas cerca, no hay manuales. Quería ser manosanta y me las rebusqué, me fui a leer, a buscar bibliografía, y a estudiar el tema. Armé mi personaje, porque me interesa mucho el estudio de lo creativo, los que hacen cosas ellos mismos. Me gustan mucho los que fabrican cosas, más que los contadores de cuentos o los que imitan.
- ¿Qué diferencias notás en el humor entre las diferentes provincias?
- En realidad somos bastante parecidos. En los 10 primeros minutos de conocerse, uno de Río Gallegos y otro de Jujuy son distintos, pero después de ese tiempo somos todos parecidos, tenemos los mismos orígenes y debilidades. Hacemos mucha fuerza para ser especiales, diferentes o distinguidos, pero, en el fondo, todos somos los mismos.
ACTÚA HOY
• A las 22, en el teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez). Mañana se presentará en el Teatro del Huerto de Salta (Pueyrredón 175).