El tucumano Juan Bautista Alberdi fue tachado por sus adversarios de “enemigo de Buenos Aires”. Él lo negó, enfáticamente, en carta a Félix Frías, escrita desde París el 23 de octubre de 1862. “Inútil es que a un hombre del talento de usted, tenga yo que asegurarle que no estoy poseído de animosidad pequeña contra Buenos Aires”, empezaba diciendo.
“Es un despreciable e indigno recurso que alguna vez emplearon contra mí Sarmiento y Gómez, olvidando que su talento se degradaba con esas armas. Quiero y he querido a Buenos Aires como en los años de nuestra primera juventud: detesto, sí, la política estrecha y pequeña que buscó el bien de esa ‘provincia’ en el olvido total de las necesidades de la Nación”.
Seguía: “Sepamos coordinarlos: esta fue nuestra misión desde 1837; lo es ahora mismo. El problema es idéntico; está intacto, esperando la solución que tres generaciones no han sabido darle, y que sin embargo es tan simple y claro”. Había escrito esperanzado su último libro, creyendo llegada la ocasión de un cambio.
“No tengo cálculo alguno de interés privado ni de ambición. Si lo tuviere, no estaría lejos del país sabiendo, como sé, que en nuestras repúblicas estar ausente es como estar muerto. Toda mi ambición es ver constituirse un orden regular de cosas, bajo el cual pueda uno vivir de su trabajo, sin humillaciones ni indignidad”.“Quienquiera que lo realice, será para mí un gran servidor de la Patria. Aunque no me iría mal en Chile, no me gustaría emigrar otra vez, si yo pudiera vivir en nuestro propio país bajo un régimen tolerable”. Se despedía de Frías asegurándole su “inalterable y vieja amistad”.