“Solo le pido a la vida que cuando ya no me quiera me arranque el alma de un beso y me devuelva a la tierra...” Ha desandado insomnios, anudado al abrazo de madrugadas fraternas. Tafí Viejo despierta en el cielo de sus zambas y sus vidalas. Mentor de conjuntos vocales, hacedor de unas 300 canciones, tres veces galardonado en el Festival de Cosquín, Rubén Cruz, cantautor, viene dejando sus huellas en la música popular. Ha desatado los chingolos de su canto en “Los soles del desvelo”, su último libro que reúne letras y partituras. La obra será presentada esta noche.
- El desvelo es un viejo compañero del acto creativo. ¿Cuándo comenzaron esos desvelos?
- Comenzaron desde siempre con el afán de redondear el acto creativo, especialmente cuando las musas están encendidas, pero con el tiempo uno va aprendiendo a dejar que las ideas se maceren y para eso uno debe amigarse con la paciencia, que es una aliada de la madurez.
- Una cosa es una letra y otra un poema, pero una canción no necesariamente tiene que ser un poema, ¿en qué lugar te situás?
- Nada es tan determinante, y podría decirse que solo hay buenos o malos poemas, pero lo cierto es que en el acto creativo cuando nace primero el texto, uno puede elegir si es de su agrado o no, especialmente cuando pertenece a otra persona, pero cuando nace primero la melodía, la letra va a tener que seguir los lineamientos de la música, y teniendo en cuenta que los textos de las canciones deben ser claros porque la rítmica va apurando la comprensión del escucha, entonces la denominada letra a veces debe hacer concesiones. Pero debe contener flashes de poesía y debe decir cosas que nos conmuevan. Yo me sitúo en la preferencia de musicalizar poemas, pero no siempre, es decir cuando la canción lo requiera para nacer bien. Lo que hay que tener en cuenta es que a veces hay buenas melodías con buenas letras pero que no conforman un buen matrimonio, como en la vida real. Siempre la gente decide y contra eso no se puede pelear porque hay canciones que fueron éxitos y son de mala calidad o solo de buena calidad en alguna de las dos cosas.
- ¿Qué perfume te trae la zamba?
- La zamba, que por supuesto es tucumana, me trae perfumes a tierra mojada, a lapachos y tarcos, a Villa Muñecas y a Tafí Viejo que son los lugares donde dijo Yupanqui que vino a aprender la zamba, y también tiene aromas de amistad, de vino compartido, de vuelo de pañuelos y lo más fundamental: el amor, que es lo que dialogan las parejas que bailan zamba, y la zamba tucumana bailada por tucumanos tiene una sensualidad tremenda.
- ¿Hacia dónde va el folclore?
- ¡Qué buena pregunta! El folclore anda bastante golpeado, por eso hace falta gente que crea en él, en su pureza y no lo maltrate para que viva siempre porque la esencia de los pueblos se cimenta en su folclore. Por supuesto que haciendo la salvedad que folclore no es solamente la música y la poesía, voy a hablar de la canción y los intérpretes que se necesitan mutuamente. Hay una realidad y es la penetración cultural de la que casi ya no se habla y ahora es por los medios de comunicación, internet y la tan mentada globalización, entonces, los chicos reciben esa información y así se van criando. Sería hermoso que a nuestros ritmos folclóricos se los engalanara con recursos musicales y poéticos de otras culturas, es decir lo que sería fusión, pero hay tener cuidado con conservar las raíces porque ante la necesidad de vender los chicos hacen demasiadas concesiones y nuestro folclore suena a pop o a rock. Yo no reniego de esas corrientes pero me gustan más el jazz y lo clásico para ornamentar nuestras canciones. Hoy hay demasiada preocupación porque las canciones se asemejen a los ritmos de moda para que las mujeres bailen, pero no con nuestras danzas sino con movimientos similares a los ritmos poperos.
- ¿Qué secretos encierra Tafí Viejo, que ha florecido en músicos y cantores?
- ¡Mi Tafí viejo querido encierra tantos secretos! Es hermoso ver que hay cada vez más músicos, poetas, plásticos, que nos sorprenden diariamente con su calidad. Creo que el mayor secreto es la certeza de la identidad, que es de lo que nunca debemos olvidarnos.