Ayer fue presentado a la prensa; hoy los reyes de España, Felipe y Letizia, lo presentarán oficialmente al mundo. No es un heredero al trono, no. Pero para nosotros, hay que reconocerlo, es mucho más importante, porque nos compete a todos los hispanohablantes: llega a nuestras manos la vigésima tercera edición del Diccionario de la Lengua Española. ¡Y ha pasado tanta agua bajo el puente desde que en 2001 apareció la anterior!
La sociedad se ha transformado en muy poco tiempo como pocas veces antes: la penetración de Internet -y de su mano, de las redes sociales- y el matrimonio igualitario son solo dos de los muchos nuevos rasgos del mundo que el lenguaje ha debido nombrar.
Incorporación progresiva
Internet ya había transformado el diccionario de raíz: desde que, también en 2001, apareció la versión on line, las modificaciones que se iban consensuando fueron subidas a la web: si una acepción había cambiado, junto a la palabra buscada aparecía en azul intenso el letrero “Artículo enmendado”.
A eso se suma en esta nueva edición una gran cantidad de incorporaciones, proceso complicado y largo que comienza con la aparición de un vocablo en el habla y la detección de su generalización por parte de los lexicógrafos (o la propuesta a la RAE por parte de los usuarios, posibilidad abierta en el sitio www.rae.es/obras-academicas/diccionarios/diccionario-de-la-lengua-espanola y luego en la pestaña unidrae-formulario).
El Centro de Estudios de la RAE, luego de analizarlo, redacta una definición y luego se somete la propuesta a la aprobación de un grupo de académicos; si ellos la aceptan, va al pleno de la Academia. Luego de un nuevo proceso de análisis, y si hay “humo blanco”, se comunica a las 27 academias americanas y filipinas para que la revaliden.
Se explica, quizás un poco, por que a los usuarios les parece tan “lerda” la Academia, cuando no “retrógrada” y “machista”, aunque la institución asegure que ha revisado el diccionario en profundidad para dar una visión “mucho más moderna y dinámica” del léxico actual. Según informa el diario digital elcomercio.com, el director de la RAE, José Manuel Blecua, destacó el “cuidado exquisito” de la Academia para evitar los rasgos machistas de algunas definiciones, pero “sin que esto quiera decir que se haya acabado con todo el machismo en el Diccionario”. “Tampoco se ha acabado con el machismo en la sociedad, y el Diccionario, como es reflejo de una sociedad, contiene visiones sociales que son inevitables, forman parte de nuestra historia”, añadió Blecua.
De todas formas, algunos avances se han logrado; empiezan a reflejarse los cambios, y no solo los tecnológicos, ideológicamente menos resistidos. De hecho, asociaciones LGTB (lesbianas, gay transexuales y bisexuales), entre ellas la española Colegas, han mostrado su satisfacción por algunos de los cambios, como la incorporación de una acepción para matrimonio homosexual; que el insulto “maricón” haya desaparecido de la acepción de sodomita, y que la sodomía “se practique” y “no se cometa”, lo que valía a compararla con un delito. Claro que queda mucho camino, pero ya lo dijo el poeta: “se hace camino al andar”.
Acción conjunta
“Esta nueva obra panhispánica, que constituye el hito más destacado de las conmemoraciones del III Centenario de la Real Academia Española (RAE), es fruto de la colaboración de las veintidós corporaciones integradas en la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale)”, destaca el sitio de la RAE. y eso se nota en el resultado. Según destacó la vicepresidenta de la Academia Argentina de Letras, la doctora Alicia Zorrilla, se ha dado una gran importancia a los vocablos provenientes de América: se han incorporado casi 19.000 americanismos. Lentamente se va disolviendo el “españacentrismo” (término que no tiene muchas chances de ser registrado nunca).