El general Julio Argentino Roca murió el 19 de octubre de 1914. Tenía 71 años, una alta edad para esa época de módico promedio de vida. Roca era consciente de tal circunstancia. Un año atrás, había escrito a Gumersindo, administrador de su estancia cordobesa. “Pasado mañana cumplo 70 años. Es buen trecho de permanecer sobre la tierra, y cuando quiera puede venir la muerte, sin encontrarme en pecado ni remordimientos. Tenemos que morir, como todo lo creado. ¡Qué hacerle! Sólo Dios es eterno…”
No tuvo vejez y gozaba de una excelente salud. El final de la vida le llegó prácticamente sin anuncios. Según los telegramas que publicó LA GACETA el 20 de octubre de 1914, hacía “algunos días” que había regresado del campo, sin síntoma alguno de enfermedad.
“Como solía hacerlo de costumbre, salió el viernes (13) por la mañana, con el fin de caminar algunas cuadras. Regresó a la hora de almuerzo y luego se quedó dormido en el sillón de su despacho. Había refrescado entretanto, y cuando se despertó sintió frío”. De todos modos volvió a salir, para comprar bombones destinados al cumpleaños de un nieto.
Al regresar, tuvo un violento acceso de tos, por lo cual se acostó. Llamaron al doctor Luis Güemes, quien no dio importancia al episodio. Roca le recomendó no hacerlo público. Así pasaron el sábado y el domingo, con Roca afectado por “un ligero resfriado que tenía tranquilos a los médicos”.
El domingo 18, Güemes vino a verlo y se retiró a las once, manifestando que volvería el lunes a la hora de almorzar. Pero, a las 9.30 de ese lunes, una embolia puso súbito fin a la vida del general. Estaban junto a él sus hijas solteras Elisa y Clara, y uno de los yernos, Luis Castells Uriburu.