S.N no sabe con certeza cuándo dio a luz. No conoció el rostro del bebé, porque parió con los ojos vendados. Lo que sí recuerda es el llanto del pequeño e intuye que era un niño. No volvió a saber de él. La mujer -su identidad se preserva- relató en el Tribunal Oral Federal (TOF) que quedó embarazada por las violaciones que sufrió sistemáticamente por parte de sus captores en la cárcel provincial entre julio de 1975 y diciembre de 1976, durante el terrorismo de estado.
El testimonio, brindado en la última audiencia de la megacausa “Villa Urquiza”, fue uno de los más desgarradores que se han escuchado en el TOF desde el inicio de los juicios por delitos de lesa humanidad (este es el décimo). S.N sollozó permanentemente frente a los jueces mientras hablaba y, además de describir su calvario, dio cuenta de las secuelas que aún sufre.
“Con mi vientre así (por el embarazo), lo mismo me usaban. Hasta que nació. Al poco tiempo vino alguien y me sacó. Me dijo ‘te vamos a llevar a dar un paseo’. Pensé ‘es el fin mío’. Yo ya quería morirme”, lamentó con la voz apenas audible.
La víctima permaneció aislada del resto de las detenidas políticas, en una celda diminuta e inmunda, según relató.
Mencionó a sus verdugos y los caracterizó como “los que venían (a su calabozo)”. “Hidalgo; Carrizo; Pericena; Audet; ‘El Rengo’ Montenegro, ‘Quetupí’ y ‘Cogote Quemado’”, enumeró. Los apodos y apellidos coinciden con los de varios imputados del caso.
Entre lágrimas, ella contó también cómo los detenidos eran atacados por perros. Recordó un episodio que relacionó con la muerte de José Torrente, una de las víctimas que fue asesinada en el penal, tras un simulacro de motín. “Sentí que dijeron ‘es Torrente’. (Estaban) dele pegarle. Eso me hizo que me apurara el parto, del miedo. Eso y los perros”, describió.
S.N rememoró cómo fue su liberación. Aseguró que la tiraron en el piso de un auto y que luego, la arrojaron del vehículo. “Lo único que pensé es que venía un tiro para mi. Ahí me quedé, en el piso bastante tiempo. Estaba pelada, sucia y empecé a caminar. Me detuvo una ambulancia que creía que yo era una enferma del hospicio del Carmen. Yo no quería ni abrir la boca (en el hospital) porque andaban los soldados”, admitió. Con el tiempo, pudo contar su historia al director de la institución, quien la ayudó. “Me costó volver. Mi padre ya no existía, a mis hijas las habían dado porque no sabían de mi (sic). Me empastillaba y vivía durmiendo. Me sentía sucia, tan inmunda. Vivo encerrada hasta hoy, no me gustan las ventanas”, lamentó.
Los testimonios de mujeres embarazadas o con hijos fueron recurrentes en lo que va del proceso oral. Entre los acusados hay 10 ex guardiacárceles, ex policías y ex militares.