En cuestión de orígenes, la historia de Matías Giampietri es algo “loca”. Rosarino de nacimiento (con fecha 29/09/86), vivió sólo nueve meses en la ciudad que también vio nacer a personajes como Fontanarrosa, Olmedoo, Baglietto y un largo etcétera. El papá, “Freddy” es de Vera (Santa Fe) y la mamá, Susana, de Junín (Buenos Aires). Los dos se conocieron en la “Chicago argentina” y, según cuenta el piloto de enduro, “por mi abuelo apareció Tucumán en el mapa de la familia. Él andaba de una provincia a otra, trabajando para una empresa de semillas. Lo nombran gerente de esta provincia y mi ‘viejo’ decide venirse a trabajar con él”
Este ‘tucu’ desde la cuna se las trae. Vivió su infancia y su adolescencia yendo cada verano a Vera, a pasarla con la familia. Pero hubo un “algo” a los 11 años que le cambió la vida. Él lo cuenta: “con un amigo de alma, Matías Giusta, salíamos a andar en bicicleta. Un día vimos a una mujer andando en La Olla; entrenaba y nos llamó la atención. Nos acercamos, le preguntamos y nos contó que se preparaba para el Trasmontaña de Mountain Bike. Así empezó todo, y practiqué ese deporte hasta los 20. Salí campeón provincial de Menores, Juveniles y Sub 23. Hasta gané un Trasmontaña con Matías en Pre Juveniles y fuimos cuartos en la general.”
Lo de su historia con la moto nació por su padre y sus tíos. “Siempre me gustó; cuando ellos dejaban de andar, salíamos con Matías, no muy lejos, pero así le fuimos tomando el gusto. Un día, él dejó el mountain y se largó a hacer enduro. Al tiempo yo también dejé, estaba cansado, me exigía mucho tiempo y dedicación y no podía hacer frente a eso porque ya estaba en la facultad. Recuerdo que volví de un Panamericano en Camboriú y colgué el pedal.”
Giampietri toma envión y adopta un tono feliz cuando cuenta cómo fue el siguiente paso que dio. “Un tío chiflado, Esteban Madrid, me mandó en transporte desde Santiago del Estero una moto. Era para que corra en el Campeonato Tucumano. Mis viejos no querían saber nada, yo estaba enloquecido. Corrí finalmente, y ¡gané! Había largado último en Principiantes. Mi papá, cuando me vio largar, se escondió detrás de los árboles para no dar la cara por lo malo que creía que era. Pero después no lo podía creer. Y quedó tan encantado que, al poco tiempo me compró una moto, se hizo fanático y nunca más dejó de acompañarme.”
Matías hizo de todo y ganó de todo en el enduro. Y atribuye a su pasado con la bicicleta el haber logrado conducta, entrenamiento y técnica. “El mountain es muy completo, me facilitó varias cosas cuando pasé a correr en moto. Es hoy y la gente destaca en mí que soy un piloto prolijo, que no pierdo tiempo en ningún lado, que aprovecho al máximo cada centímetro, que no me sobreexijo. Yo sé que controlo el físico y que la cabeza me funciona bien a la hora de correr. Con eso gano en tranquilidad y en confianza. En definitiva, la constancia me lleva lejos.”
El yerbabuenense dice que en sus preferencias no hay disyuntivas: ni la moto ni la “bici”: las dos. “Nunca dejaría de hacer enduro ni de salir a pasear en bicicleta. Hasta volví este año a correr el Trasmontaña. Me gusta, salgo siempre, me divierte”. También dice que hacer un Dakar es casi como un secreto deseo, pero que lo ve difícil por los costos.
- ¿Vas a la Six Days 2015?
- Mi novia, ‘Gaby’, me lo planteó, a modo de luna de miel, pero los gastos son elevados, no lo veo posible. Por mi parte, se me hace difícil conseguir auspiciantes.
En el final, reflexiones a puro enduro. “Es una gran parte de mi vida. Desde que empecé a hacerlo viví experiencias inolvidables. Yo soy competitivo y me gusta superarme a mí mismo. Pero también disfruto de la amistad. Cuando cada fin de semana salgo con mis amigos a compartir una salida por las sendas y comemos un asado en medio del monte, lo siento como un cable a tierra. Cando deje de correr, seguramente les inculcaré a mis hijos el amor por este deporte.”