Los malpensados huelen, oyen y perciben que se trata de matrimonios por conveniencia. Uniones concertadas en pleno siglo XXI, destinadas a obtener un rédito, en este caso político.
Es que la ecuación cierra por donde se la mire: ellos, los candidatos, tienen el capital, el aparato electoral, el hambre y la sed de poder; ellas, las chicas de plumas, lentejuelas y (casi siempre) cabellera dorada, ostentan la popularidad, la afinidad con el gran público, la cercanía a esa masa inabarcable y mutante que suele nombrarse como “la gente”. Y ambos comparten, 50 y 50, la ambición.
Martín Insaurralde, ex intendente de Lomas de Zamora y actual diputado del Frente para la Victoria, blanqueó su relación con la vedette Jésica Cirio en octubre de 2013. Desde el principio la relación siguió la lógica de los programas y las revistas de chimentos: sospechas, rumores, desmentidos, fotos de besos in fraganti, paparazzis, confirmación del romance. Casi un año después, el lunes 4 de agosto de este año, el kirchnerista aparecía junto a la modelo en el tanque de la TV argentina, “ShowMatch”, donde siguió la batuta de Marcelo Tinelli y terminó por definir, en vivo y para todo el país, su candidatura a gobernador de Buenos Aires.
Insaurralde recibe cascotazos desde todos los frentes, principalmente del Frente para la Victoria. Le dicen sus colegas que la política no puede convertirse en show, que desprestigia el partido. Pero Insaurralde prefiere escuchar las encuestas, que le cantan canciones siempre favorables desde aquella aparición que midió 22,2 puntos de rating.
El del diputado es un caso emblemático y actual, pero no el único apto para ilustrar el abultado álbum de bodas entre la política y la farándula argentinas. También es un caso de éxito, porque el arriesgado disparo rosa que mezcla espectáculo con gobierno puede fácilmente salir por la culata. Así lo afirma Mario Riorda, consultor en estrategia y comunicación para gobiernos y partidos en una entrevista que mantuvo con LA GACETA. En este matrimonio, dice el experto, “la política tiende a perder”.
El pasado, el presente y seguramente el futuro de nuestro tinellizado país muestran que, así como los hombres las prefieren rubias, los políticos las eligen vedettes. ¿Estamos hablando de una debilidad de la carne, de una peculiar inclinación de los hombres de gobierno hacia las mujeres cubiertas de purpurina? ¿O acaso estamos ante una arriesgada estrategia de marketing político, en la que el candidato se las juega a todo o nada? Las respuestas tal vez se encuentren en las revistas del corazón. Y después en las urnas.
- ¿Cuáles son las consecuencias, para la política y las instituciones, de este entrecruzamieto de mundos?
- La política tiende a perder. Lamentablemente hay políticos (muchos) que siguen pensando en los ciclos cortos de la política y se obnubilan con aumentos abruptos de visibilidad y conocimiento. Sin embargo, la política profesional privilegia los ciclos largos y ahí, la comunidad entre política y farándula es muy dañina para la primera. No quiero decir que haya que juzgar a toda la farándula negativamente, lejos de eso. Sólo quiero decir que cuando la gente juzga a la farándula, lo hace con la libertad del entretenimiento y a quienes no se les pide ninguna responsabilidad por la cosa pública. Cuando se juzga a un político, se lo juzga precisamente por su capacidad para responder a los problemas públicos. No es casual que en Argentina los políticos que se codean con la farándula hayan crecido en conocimiento, pero también hayan pasado a tener claros diferenciales negativos de imagen y pérdida significativa de intención de voto. Esa relación actúa más o menos así: todo lo que te sirve hoy, potencialmente te daña mañana.
- ¿La afinidad con las celebrities, es algo propio de cierto espacio político o en todos atrae por igual?
- Aquí habría que ser más contundentes y saltar el límite de la frontera nacional. La participación de celebrities fue, es y seguirá siendo una constante en las campañas electorales porque forma parte de unos de los capítulos centrales de lo que se entiende como comunicación positiva. Intentar relacionar al candidato con figuras o grupos reconocidos de prestigio ha sido siempre una obsesión electoral. Es una opción básica y primaria en el ambiente político electoral. Pero hay dos confusiones hoy: uno, pensar en celebrities no implica necesariamente el mundo de la farándula; y dos, que muchos confunden popularidad con prestigio, y ahí está el error. La farándula es popular, masiva, pero en su ambiente. La combinación de política y farándula es un cóctel peligroso para la salud institucional y la reputación política que suele tener sus costados más severos en situaciones de crisis o de conflictos de alta intensidad donde se demanda recato y sobriedad, la contracara de la banalidad. Sí puede suceder que alguien de la farándula abandone ese ambiente o al menos haga política separando esos dos mundos, por lo que directamente se lo empieza a juzgar como político.
- ¿La Argentina es particularmente propensa a este tipo de parejas o es algo que se da en todo el mundo? ¿Qué nos dice la historia política del país al respecto?
- Suele darse en diferentes países, pero esta práctica estuvo muy asociada al surgimiento de liderazgos neoliberales en los 90 y en un momento donde la academia lo denominó como la colonización de la política por parte del sistema de medios. Es desde ahí que en el mundo anglosajón aparece el término politainment o la idea de la política entretenimiento, ya que debía seguir los cánones impuestos por parte del sistema de medios, especialmente del espectáculo o el entretenimiento. Así, la política siempre actuaba de modo reactivo y bajo parámetros de repentinización o pura espontaneidad.
- ¿Existe el publicista político que recomiende a un candidato que se busque una pareja en la farándula? ¿Usted lo aconsejaría?
- Sí existe, lamentablemente para la profesión. Existe quien lo recomienda y existe quien contrata esos servicios. Ambos son un verdadero peligro para los sistemas democráticos.
- ¿Considera que la entrevista que la presidenta Cristina Fernández le brindó al periodista de chimentos Jorge Rial fue parte de esta lógica de la política como entretenimiento?
- Forma parte de lo que se denomina modelo reality, pero no necesariamente atada a prácticas como las que describía antes, más allá de que sí tenían lógicas del mundo de los medios (fueron dos entrevistas emitidas por la TV Pública; la primera fue con el periodista Hernán Brienza). De hecho Rial no actuó como conductor de chimentos, sino como entrevistador político. Sí tuvo que ver desde la novedad del formato, pero no desde el tipo de contenido.