BIOGRAFÍA

ERNESTO GUEVARA DE LA SERNA

NORBERTO GALASSO, MARA ESPASANDE Y MAXIMILIANO MOLOCZNIK

(Colihue-Buenos Aires) 

De la épica del Che Guevara sabemos tanto como tantas han sido las producciones que abundaron acerca de su devenir guerrillero y revolucionario. Su descomunal influencia en la historia de Cuba y de América Latina, y su consabida mutación en emblema y en ícono, sea para el lado de la admiración, sea para el lado de la repulsa, monopolizaron la lupa de un modo tal que dejaron un escaso margen de interés para ampliar el horizonte biográfico. Por ejemplo, para desentenderse del Che propiamente dicho y desandar y perfilar las huellas de Ernesto Guevara de la Serna, así, a secas. Ese vacío, o esa deuda, o en todo caso esas páginas en blanco son las que impulsaron la minuciosa, espléndida reconstrucción de Norberto Galasso, Mara Espasande y Maximiliano Molocznik, en un libro que sobremanera en sus primeras páginas también puede entenderse como una concentrada y resumida biografía de los padres del Che.

En su madre, Celia, de un modo singular. Una mujer de ideas y modos provocadores. Una especie de feminista sin estandarte. Anidó en Celia, como si prefigurara los vigores de su hijo, un ejercicio de la libertad capaz de atenerse a las consecuencias.

He allí sólo uno de los muchos atractivos que ofrece una investigación sin desperdicio, que repone desde las penurias del niño asmático hasta la insaciable vocación aventurera (“vagabundeo”, así le llamaba) de un hombre que hace de la curiosidad un indispensable pilar de la pasión y de la pasión un indispensable pilar de la acción metódica y direccionada: “No sólo no soy moderado, sino que trataré de no serlo nunca”.

Entre uno y otro, el Ernesto Guevara de la Serna médico, lector voraz (fue un entusiasta seguidor de la obra del filósofo alemán Friedrich Nietzsche), polemista, humanista, poeta y periodista especializado en deportes. Entre otros hallazgos destaca su crónica de un partido de rugby entre Pucará y Atlético del Rosario, firmada con el seudónimo de Chang-Cho, en mayo de 1951. Cinco años y seis meses después, el doctor De la Serna es uno de los 82 hombres que a bordo del yate Granma se dirige a Cuba. Allí mismo nace el Che y allí mismo ponen punto y final los autores de una investigación generosa, rigurosa, cuidada, fluida, pulida y, en fin, a la medida de las exigencias de tirios y troyanos.

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Walter Vargas