Abel Fernando Hassán debe haber festejado como nunca Nochebuena y Navidad. El 24 a la mañana le dieron el alta en el Hospital Angel C. Padilla y partió chocho a su casa de Manuel García Fernández. “Mamá, ahora sí que voy a poder salir tranquilo porque ya no tendré convulsiones ni me voy a caer en cualquier parte...” , expresó muy optimisma con sus ojos negros brillantes clavados en los de su madre, Silvina Rodríguez Leiva de Hassán.
Tanta alegría del joven de 23 años tiene razón de ser. Después de varios años de vivir cohibido y temeroso porque ningún tratamiento lograba ponerle coto a sus crisis epilépticas -cada vez más frecuentes y prolongadas-, el neurocirujano doctor Álvaro Campero lo operó para reducir al mínimo las convulsiones.
“Por suerte, todo salió bien. Con mi marido Adrián Alberto Hassán vivíamos dedicados a Abel, el segundo de cinco hijos. El pequeño quiosco que tenemos en casa, más el Profe y la pensión por discapacidad que cobra Abel (nació con hemiplejia izquierda porque sufrió un ACV durante la gestación), nos permitieron afrontar varias cirugías en la pierna, el pie, el brazo y la mano del lado afectado del cuerpo, además de las internaciones por crisis epilépticas...”, narró Silvina. En reiteradas oportunidades matizó la charla con elogios y agradecimientos a los médicos y a todo el personal que atendieron a su hijo, tanto en el hospital como en el banco de prótesis y en el Ministerio de Salud.
“Vivimos de emoción en emoción...”, comentó sonriente. El neurólogo clínico, doctor Martín Maldonado, le diagnosticó la enfermedad y le indicó el tratamiento. “Al ver que no le surtía efecto, nos dijo que con una operación Abel podría mejorar la calidad de vida. Y le hicimos caso...”, añadió.
Abel quiso contar en primera persona lo que exprimentaba antes de cada crisis. “Yo sabía cuando me iban a venir las convulsiones porque me transpiraban las manos... La buscaba a mi mamá y le avisaba..., la quería tener cerca mío. No quería salir solo porque tenía miedo de desmayarme en otro lado, caerme y lastimarme...” Su mamá le tomó la mano, lo acarició y le habló con dulzura: “ya está hijo, ahora todo será distinto... Ya tuviste mucho golpes y tenés muchas cicatrices en todo el cuerpo...”
“Mamá ¡quiero salir!... Ahora voy a poder salir a caminar y a pasear solo ¿no?... ¡Qué lindo!...”, insistió Abel.
La cirugía
“Es la primera operación de este tipo que se realiza en un hospital público de Tucumán. Le colocamos un estimulador vagal en el cuello (un electrodo alrededor del nervio vago izquierdo), que está unido a un dispositivo ubicado en la axila. Éste envía impulsos eléctricos al nervio y lo estimula (ver infograma). Los impulsos llegan al cerebro y producen una disminución en la cantidad y en la intensidad de las crisis epilépticas. Esta cirugía está indicada para algunos casos de epilepsia refractaria, que son los que presentan resistencia al tratamiento directamente (no responden al uso de fármacos antiepilépticos)”, explicó el doctor Campero a LA GACETA. Lo hizo junto a su par, el doctor Martín Paíz, neurocirujano que también participó del acto quirúrgico.
Los médicos detallaron que existen tres tipos de crisis epilépticas: las parciales simples, las parciales complejas y las generalizadas. “Abel no sólo sufría las crisis epilépticas más conocidas (las convulsivas con caídas al piso) sino también otro tipo de crisis: estando con los ojos abiertos y la mirada fija -por ejemplo- realizaba cosas en forma automática y luego no se acordaba nada. Otras veces las crisis eran similares a las producidas por trastornos piquiátricos, con alteraciones de la conducta. Por eso fue muy importante el diagnóstico certero que le hizo el doctor Maldonado...”, destacó Campero.
Aura epiléptica
Muchas veces, antes de las crisis epilépticas convulsivas, los pacientes tienen síntomas y sensaciones inespecíficas: irritabilidad, alteraciones del sueño, del apetito o del comportamiento. “A esto se le llama aura epiléptica, que es la sensación previa a la crisis: malestar epigástrico (dolor de estómago) o miedo, angustia y nerviosismo. En el caso de Abel, la transpiración de las manos era un signo de que la crisis se desencadenaría en forma inminente”, detalló el neurocirujano.
Campero también aclaró que no existe un patrón específico para las crisis: pueden durar desde segundos hasta varios minutos e incluso pueden presentarse durante el sueño.
Los síntomas más comunes
- Algunas personas pueden tener simples episodios de ausencias; y otras, pérdida del conocimiento y temblores violentos.
- Sensación extraña antes de cada crisis: hormigueo, percibir un olor que no existe, cambios emocionales...
- Las convulsiones suelen ser similares entre sí.
- Los síntomas varían de un paciente a otro.