El pronóstico anunciaba que el Año Nuevo iba a estar pasado por agua. El miércoles a la noche, después de una jornada de calor agobiante, el cielo tuvo piedad con los que decidieron armar la mesa de fin de año al aire libre: la lluvia duró poco y sirvió para refrescar el ambiente. Pero toda esa furia contenida se desató ayer en una intensa tormenta que en pocos minutos voló techos, derribó árboles y postes, anegó calles e inundó casas en varias zonas de la provincia. El centro tucumano también se volvió intransitable durante la tormenta y la hora posterior.
Según datos de Defensa Civil provincial, el momento más crítico de la tormenta duró entre 15 y 20 minutos, durante los cuales cayeron 20 milímetros de agua Después, las llamadas comenzaron a llover. “Recibimos numerosas denuncias, principalmente del norte de la ciudad, Las Talitas y Tafí Viejo. Ahí el viento fue muy intenso, y se denunciaron cortes de luz, caídas de árboles y anegamientos. Afortunadamente, no fue necesario evacuar a nadie porque fue una tormenta que duró poco tiempo”, informó Fernando Torres, titular de esa dependencia. Las mediciones del Instituto Climatológico Sudamericano indicaron que, en total, cayeron 34 mm durante en todo el día.
El WhatsApp de LA GACETA también comenzó a vibrar después de la tormenta. Una lectora envió imágenes de Los Gutiérrez, al este de la capital, donde se ve a los vecinos levantando bolsas de basura y cajones de madera que navegaban por la avenida Rivadavia al 2.000. En esa localidad el agua alcanzó a entrar en algunas casas. En Tafí Viejo, los dueños de vehículos salieron desesperados a cubrirlos con colchas para evitar que el granizo los arruinara.
Falta infraestructura
La escena que se repite desde hace tiempo es la que muestra las calles de la ciudad con agua hasta las veredas a los pocos minutos de comenzar una tormenta. Rápidamente, la capital y algunas zonas del Gran San Miguel se vuelven intransitables. En diálogo con LA GACETA, Torres admitió que hay un retraso en cuanto a infraestructura pluvial que facilite el escurrimiento de las calles. “Se ha avanzado mucho en cuanto al pavimento, pero no hemos avanzado en la misma medida en cuanto a desagües. El asfalto impermeabiliza el suelo, que deja de absorber agua. Entonces se incrementa la escorrentía, o sea la capacidad de drenar: rápidamente el agua corre y se acumula en los puntos bajos. Está faltando alguna infraestructura subterránea, hay que avanzar en esto”, asumió el funcionario. “Las últimas grandes obras de desagües se hicieron en los años 80; en los últimos, sólo algunas puntuales, como el Canal Tarulli (para prevenir inundaciones en el barrio Alejandro Heredia, al sur de la capital ), pero es necesario avanzar en esto”, advirtió.