Según el Consejo Internacional de Museos (ICOM), órgano de la Unesco, el museo se define como “una institución permanente, sin fines de lucro, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, y abierta al público; que se ocupa de la adquisición, conservación, investigación, transmisión de información y exposición de testimonios materiales de los individuos y su medio ambiente, con fines de estudio, educación y recreación”.
Coleccionar, conservar, estudiar, exhibir y educar son, pues, las palabras claves de un museo que no se pueden obviar.
Vale tener en cuenta estas definiciones en estos días en que se conoció que la Federación Económica de Tucumán propuso crear en San Javier un denominado Museo de las Naciones Iberoamericanas para el Bicentenario, aunque no se conocieron mayores precisiones.
Cuando se cumplió el Bicentenario de la Revolución de Mayo el Gobierno Nacional destinó fortunas en todo el país para crear casas o centros culturales, muchos de los cuales se utilizaron posteriormente para otros fines. Pero además, inauguró en 2011 el Museo del Bicentenario.
En esta ciudad, desde 2002, existe un proyecto de Museo de Arte Contemporáneo que impulsaron Sergio Saksonoff y Jorge Gutiérrez, entre otros artistas y gestores. Se partía de considerar que, a pesar del gran desarrollo de la escena artística tucumana, reconocida en Buenos Aires, Rosario o Córdoba, no tenía espacios de visibilidad. Incluso, aunque las comparaciones sean odiosas, se comenzó a advertir de qué manera Salta se posicionaba en el arte contemporáneo con su nuevo museo.
El proyecto tuvo un largo derrotero: fue avalado por personalidades nacionales e internacionales, pero las autoridades nunca lo tuvieron en cuenta.
Estaría bueno, entonces que, de crearse algo, responda a una necesidad real de la comunidad.