Hay una crisis en ciernes. Todos saben que se desencadenará en cualquier momento, pero hasta ahora nadie está dispuesto a ceder un paso para hallar una salida. La actividad azucarera denota, desde hace tiempo, el agotamiento de la rentabilidad debido a la baja en los precios internacionales, al sostenido crecimiento en el mercado de sustitutos del azúcar y a la permanente falta de acuerdo entre los actores de una producción que reclama a gritos por la reconversión. El financiamiento para elaborar azúcar está casi agotado. Hay industriales, cañeros e intermediarios cuyos rostros denotan la preocupación por el fuerte crecimiento de cheques rechazados. La ruptura de la cadena de pagos es un fenómeno que se observa desde hace un par de años. Pero se ha profundizado en estos meses. Y no sólo en el sector azucarero. Hay constructores que desarman inversiones para sostener otros emprendimientos y empresarios que se han sentado en sus ahorros hasta que la tempestad pase.
El segundo efecto de esta situación es, tal vez lo más inquietante, por las consecuencias sociales. A un mes del inicio de la zafra, varios dirigentes están inquietos por el desarrollo de la campaña de la que dependen, de forma directa, unas 30.000 personas. Si sigue la tormenta perfecta, como dicen los industriales, seguramente los relámpagos alcanzarán a la fuerza laboral. El futuro no es auspicioso si la situación se mantiene como hasta ahora. El Bicentenario de la Independencia Argentina puede encontrar a un sector de la industria y a gran parte de los pequeños y medianos cañeros en zona de quebranto.
Ni los industriales, ni los productores, mucho menos los funcionarios pueden -ni deben- sacar los pies del plato. Tucumán ha vivido ya un proceso de cierre de ingenios que ha dejado cicatrices en la economía local. La lógica dice que hay que aprender de las enseñanzas del pasado para no cometer los mismos errores. En el sector privado, como en el Estado, también se cuecen habas. La recesión económica torna más dificultosa la salida. La transición política no debe ser un condicionante para contribuir al apuntalamiento no sólo del azúcar, sino también del citrus y de otros cultivos que han quedado expuestos a un dólar atrasado que le restó competitividad en el mercado global. Ese atraso cambiario, sumado a la inflación que se acumula a lo largo del año, son dos de las materias pendientes que heredará la próxima administración del Gobierno nacional. Las economías regionales imploran un cambio de clima, con el fin de recuperar parte del terreno perdido.
Pero no a todos los empresarios les va mal. Hay algunos que están esperando que la tormenta ceda para comprar activos. “Hoy, más que siempre, el que tiene cash les pone el precio a los bienes”, aseguró un influyente hombre de negocios tucumano. En el mercado crece la idea de que 2016 llegará con fusiones, adquisiciones, cambio de manos y absorciones de industrias y grandes comercios en Tucumán.
La política no es una inversión de mediano plazo para los empresarios. Hay candidatos que se acercaron a algunos influyentes hombres de negocios a solicitar respaldo crediticio para esa empresa moderna llamada Gobierno. Las elecciones movilizarán no menos de $ 300 millones en un mes de campaña proselitista. Casi la mitad de aquella suma, especulan en el mercado, surgirán de los bolsillos del oficialismo que intentará retener el poder que el 29 de octubre dejará José Alperovich. En ese contexto, el comercio no se resentirá. En la última década, el sector público ha sostenido la actividad en base a la inyección regular de más de $ 1.300 millones mensuales con el pago de los sueldos a los empleados públicos. Ese es el fuerte de la campaña que realiza la Casa de Gobierno. El gasto eleccionario es esa suerte de “bonus track” que la política le da a su repertorio de consumo y cotillón.
La velocidad del gasto público no ha bajado del 30% en el último trienio. Incluso, ha llegado a superar al nivel de ingresos. No hay mucho margen para expandir las erogaciones en 2016. El nuevo gobernador tendrá ese condicionante y puede llegar a disponer de una partida global cercana a los $ 35.000 millones. En otras palabras, administrará cerca de $ 96 millones por día. Frente a la danza de millones, tanto en la actividad privada como en el sector público, la clave pasa por una sana administración. Las circunstancias obligarán a empresarios y a ejecutivos a seguir esa senda en 2016.