La informalidad de la producción hortícola es el mayor “agujero negro” y por donde cualquier intento de control hace aguas. Para empezar ni el Senasa ni la Dirección de Agricultura tienen un registro formal de los productores. “Un ejemplo es que en Tucumán se cultivan 7.700 hectáreas de papa, pero en casi 800 productores que tengo, sólo puedo juntar 1.100 hectáreas. Imaginate lo que me falta”, reconoce Gustavo Páez Márquez, ingeniero agrónomo y director de Agricultura de la Provincia. Otro dato es que en el territorio provincial se cultivan 27.000 hectáreas de verduras, pero como productores registrados en el Mercofrut sólo hay 150 que tienen carnet habilitante.
¿Cómo controlar si no se sabe cuántos son? “Es difícil porque el nivel de informalidad está por encima del 60%”, reconoce Rodrigo Lencina, supervisor regional del área de Inocuidad Vegetal del Senasa. Lo más cercano a un control es lo que realiza esta área que pertenece al Centro Regional NOA sur del Senasa. Toma muestras en el Mercofrut que envían a la sede de Martínez, en Buenos Aires para análisis de pesticidas y microbiológicos. Se enmarca en el Plan Nacional de Control de Residuos e Higiene en Alimentos (Creha), que incluye también las carnes. En el caso de las verduras el control comenzó hace un año y con los productores registrados. Es un instrumento más con el que se controla el tránsito federal.
“El Mercofrut es el mercado concentrador más grande del Noroeste y el tercero en el país, después del Mercado Central (Buenos Aires) y el de Fisherton (Rosario)”, explica Juan Carlos Medina, presidente del Mercofrut.
Allí comercializan 500 puesteros: 150 productores temporarios y 350 intermediarios, que no siempre son productores. “Son los que traen mercadería de distintos lugares para que nunca falten los tomates y la manzanas durante el año”, ejemplifica.
Medina asegura que por lo menos lo que se vende en el Mercofrut está siendo controlado siempre por un técnico del mercado y la gente de Senasa. “Vendemos alimentos”, justifica. Sobre todo las verduras de hojas que son las más expuestas. Medina coincide con que el pesticida no siempre es lo más preocupante, sino el agua de riego. “Por ejemplo en Aguilares tenía sulfuro el agua y esa es una zona fuerte de producción”, comenta.
Lo que escapa al Mercofrut escapa al control. “Quedan muchos productores indocumentados que cultivan unas hectáreas y después van a venderlas a ferias o los que se paran en una esquina porque no están legalizados y no facturan”. Para pertenecer a Mercofrut se le exige al productor las escrituras de las tierras o de arriendo y, al menos, estar inscriptos en la categoría de monotributo social.
El sector frutícola (limón, arándanos, mandarinas) está más delimitado y esto se debe a que buena parte de la producción se exporta, por lo tanto las exigencias que pone el mercado deben cumplirse al pie de la letra. Una parte de los frutilleros también, explican desde el Senasa, aunque de las 300 hectáreas que se producen en la provincia hay minifundistas que destinan a mercado interno que es informal.
A la informalidad se le suma que buena parte de la venta se realiza en las fincas directamente o en ferias, por lo tanto no pasa por el Mercofrut. “Por eso el INTA y Agricultura Familiar de la Nación deberían capacitar en buenas prácticas, pero la paradoja es que se está formalizando la informalidad cuando se permite la venta en ferias como las de Tucumán Central o Villa Luján, donde no hay ningún control”, aclara Páez.