BRASILIA.- Símbolos patrios como el himno nacional brasileño y gigantescas banderas del país, narices de payaso y camisetas de la selección nacional marcharon ayer junto a grupos que exigen una intervención militar y miles de personas que salieron en varias ciudades de Brasil a demandar una salida la presidenta, Dilma Rousseff.
Actos multitudinarios tuvieron lugar en al menos 16 estados y en el Distrito Federal. El portal G1, del grupo Globo, informó que hubo manifestaciones en 101 ciudades y participaron entre 405.000 y 265.000 personas, según estimaciones de la Policía y de los organizadores de los actos, respectivamente.
En San Pablo, bastión histórico de las revueltas contra Rousseff, la céntrica Avenida Paulista fue tomada al promediar la jornada por un mar de manifestantes, en los albores del mayor de los actos organizados a lo largo y ancho del país.
En Río de Janeiro y en varias otras ciudades, tal como sucedió en las dos jornadas anteriores de protestas contra el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), grupos organizados o personas aisladas exhibieron pancartas pidiendo una intervención militar.
Las consignas prointervencionistas, como “SOS. FFAA”, u otras que tildan al PT y al gobierno de Rousseff de comunistas, volvieron a contar con amplia participación durante la jornada. En algunos casos fueron grupos organizados de derecha, como la Unión Nacionalista Democrática (UND) y Patria Amada Brasil, ambos colectivos anticomunistas e integrados mayormente por militares y ex militares.
El acto carioca contó con la presencia, como ya es habitual, de un manifestante disfrazado de Batman que vociferó los dos principales disparadores de la indignación popular: la corrupción en Petrobras, que involucra a dirigentes del PT y a decenas de políticos oficialistas, y la crisis económica, que ya se hace sentir en el bolsillo de los brasileños.
En todos los actos el “impeachment” o juicio político contra la mandataria, sintetizado en “Fuera Dilma”, es la demanda replicada en millares de pancartas, carteles, pasacalles, vinchas, camisetas y un sinfín de artículos.
Lula, involucrado
Junto a Rousseff, lidera la lista de repudiados su antecesor y padrino político Luiz Inacia Lula da Silva, actualmente investigado por presunto tráfico internacional de influencia en favor de una de las constructoras acusadas de participar en los fraudes de Petrobras.
Al igual que la mandataria, durante las marchas el fundador del PT fue tildado de corrupto y ladrón, entre otros calificativos.
“Lula padre del mensalao, Dilma madre del Petrolao”, acusaban pancartas en Río, aludiendo a las irregularidades en Petrobras y al escándalo de compra de votos a legisladores del PT que sacudió el primer gobierno de Lula.
Además de los pedidos por la salida de la presidenta, en los actos se condenó la corrupción y fueron elevados a la categoría de “héroes” el juez encargado del caso Petrobras, Sérgio Moro, y el fiscal general de la República, Rodrigo Janot, que comanda las investigaciones junto a la Policía Federal. Junto a los pabellones nacionales y las camisetas de la “canarinha”, tuvieron especial protagonismo personas con narices de payaso, una popular forma que utilizan los brasileños para denunciar irregularidades.
Los actos fueron convocados por medio de las redes sociales por los mismos grupos que llamaron a las marchas anteriores, en marzo y abril pasados: Movimiento Brasil Libre (MBL), Vem Pra Rua (Sal a la calle, VPR) y Revoltados On Line (Indignados On Line). Monitoreos realizados por medios locales como el portal del diario “Folha de Sao Paulo”, “G1” del grupo Globo y “O Estado de Sao Paulo” revelan que la adhesión a la jornada, aunque multitudinaria, fue menor, al menos durante las primeras horas, a la alcanzada por las protestas anteriores.
La jornada de mayor adhesión en lo que va del año fue en marzo, cuando se calcula que salieron a las calles alrededor de 1,7 millón de brasileños. La población total del gigante latinoamericano supera los 200 millones de habitantes. Ante la situación planteada, la presidenta Rousseff convocó a sus ministros más cercanos para evaluar el impacto de las multitudinarias manifestaciones. Rousseff atraviesa el momento más crítico desde que asumió su segundo mandato, en enero pasado. (DPA)