El grito de “¡dale campeón, dale campeón!” se escuchó fuerte en 9 de Julio primera cuadra, de la ciudad de Tafí Viejo. Eran cerca de las 13 y venía de la casa de Verónica, tía del héroe del momento para el basquetbol tucumano: Jerónimo Solórzano. Hasta allí acudió toda la familia, a compartir un asado de camaradería, de esos típicos de domingo. Sólo que esta vez se sumó un motivo extra: festejar el título de campeón Argentino de Basquetbol que logró Tucumán.
Gustavo se encargó de preparar la carne; estaban casi todos, desde su papá Rubén, su mamá Patricia y su hermano Lautaro, incluso la abuela Lucrecia. Sólo faltaban sus hermanas Camila y Candelaria, que están en Buenos Aires.
Solórzano había empezado los festejos con sus compañeros, luego de la victoria ante Santa Fe por 86 a 84, con una cena en Central Córdoba. Y los siguió anoche, con una pizzeada en la casa de Leandro Vildoza (que hoy tiene que sumarse a Unión de Santa Fe).
-¿Cómo fueron tus horas después de la consagración?
- Creo que dormí poco. Me despertaba y observaba el video que me hicieron llegar desde distintos ángulos. No sé, sonreía, lloraba, hablaba solo, iba al baño. La verdad que estaba loco. Me levanté al mediodía. De la capital, donde vivo, nos fuimos con mi familia a Tafí Viejo. ¡Es habitual en nosotros llegar tarde al almuerzo! ¡Ja, ja! La familia me preparó una gran sorpresa. A la tarde fui a votar al colegio Fray Cayetano Rodríguez. ¡De tantos llamados se quedó sin batería el celular!
- ¿El que hiciste fue el mejor triple de tu carrera, por lo que significó?
- Seguro que sí. El destino fue el que puso la pelota en mis manos para marcar un tanto que nunca voy a olvidar. Ser campeón es único: es algo que mi papá no pudo disfrutar en 1989, porque Entre Ríos se lo privó en el último segundo con una jugada de tres puntos.
- ¿ Tenés propuestas de jugar en otra categoría?
- No me seducen todavía, hoy lo deportivo estaría en segundo plano, seguiré jugando en Talleres, del cual soy hincha al ciento por ciento. Primero prefiero terminar la carrera de Educación Física, que sería para fin de año.
- ¿Y qué podés destacar del equipo que integraste?
- El compañerismo, el profesionalismo. Además, por conocer a Mario, que es mi técnico desde hace varios años, sé que siempre apunta principalmente a la persona antes que al jugador y eso quedó reflejado en este grupo. Fuimos de menor a mayor.
- ¿Qué sentías al escuchar el grito de “¡Tucumán!” del público?
- Diría que fue un grito sagrado, que me ponía la piel de gallina. La gente también fue parte de este triunfo, porque su aliento fue constante. Y por eso es que todo el equipo se sintió muy agradecido.