El Gobierno tenía previsto celebrar el triunfo electoral junto a la presidenta, Cristina Fernández. Pero el festejo se canceló súbito, y las caras sonrientes mutaron en rostros adustos y serios: la violenta represión que la Policía desató la noche del lunes, mientras se desarrollaba un cacerolazo en la plaza Independencia, y las manifestaciones que se dieron luego en las cercanías de la casa del gobernador, José Alperovich, y frente a la vivienda del vicegobernador, Juan Manzur, motivaron la suspensión de cualquier celebración, y el llamado a una conferencia de prensa: el mandatario condenó el accionar policial y se pronunció por la apertura de las 3.474 urnas usadas en los comicios del domingo.
Hacia las 10.40 de ayer, el gobernador salió de su despacho y se dirigió al Salón Blanco, para enfrentar a los medios -incluso, nacionales-, que lo esperaban detrás de un cordón dispuesto para ello.
No estaba solo. Fue flanqueado por los integrantes de la fórmula gubernamental que, de acuerdo al cuestionado escrutinio provisorio, se impuso en los comicios del domingo: Manzur y el ministro del Interior, Osvaldo Jaldo. A la mesa también se sentó la esposa del mandatario, la senadora Beatriz Rojkés. Pero de pie, detrás, otros funcionarios se ubicaron como escoltas: el senador Sergio Mansilla; las ministras de Desarrollo Social, Beatriz Mirkin, y de Educación, Silvia Rojkés; el presidente subrogante de la Legislatura, Regino Amado; los legisladores José León (primo de Alperovich) y Emiliano Vargas Aignasse; el secretario Ejecutivo del Sistema Provincial de Salud, Fernando Avellaneda, y el intendente de Tafí Viejo, Javier Pucharras. Fuera de la foto, pero acompañando a sus padres, estuvieron los hijos del mandatario.
La conferencia se dio en remplazo del tradicional recorrido de Alperovich, por distintas obras, que se canceló. Fuentes de Casa de Gobierno confiaron que el destino de la visita no era el más feliz: estaba previsto que el titular del Poder Ejecutivo recorra la Jefatura: Alperovich arrancó sus declaraciones con una fuerte crítica a la represión policial (Ver: “Si quieren...”).
“Violencia inusitada”
Ayer, Alperovich también se reunió con el comandante general Federico Sosa, jefe de región IVª de Gendarmería Nacional. Esta fuerza estuvo a cargo del traslado de las urnas, desde las escuelas hasta la sede de la Junta Electoral Provincial (JEP), una vez finalizada la votación. En diálogo con la prensa, el gendarme se mostró sorprendido por el nivel de violencia que se vivió durante las elecciones; en especial, en algunos lugares donde se quemaron urnas. “Tuvimos seis gendarmes agredidos, con una violencia inusitada; en particular en la zona de San Pablo. Afortunadamente no tendrán secuelas”, contó, en referencia a la situación que se vivió en esa localidad del oeste, donde un efectivo de esta fuerza terminó desmayado al recibir un ladrillazo en la cabeza.
Sosa recordó que resulta habitual que Gendarmería custodie elecciones, en las distintos distritos; pero insistió en que le sorprendió lo que se vivió en Tucumán. “Estamos acostumbrados a cubrir elecciones en distintas provincias, a pedido gobernadores; y habíamos tomado las previsiones concretas. Pero el grado de virulencia fue asombroso; fue muy importante la violencia que se generó contra las escuelas -la destrucción de bancos, luces y sillas-, y las agresiones a autoridades de mesa y a gendarmes fue inusitada”, dijo.
Señaló que para la cobertura de la elección dispusieron 1.400 efectivos; la mayoría de los cuales llegó de Jujuy, de Salta, de Santiago del Estero y de Jesús María (Córdoba). Y que algunos permanecerán hasta que termine el escrutinio definitivo. “Según Darío Almaraz (secretario de la JEP), esto puede durar entre dos y tres semanas”, señaló.