Las irregularidades electorales que tuvieron lugar en Tucumán no son un hecho más, como otros registrados en el pasado, porque evidencian un fuerte retroceso en la cultura política argentina.
Es que a casi 32 años del restablecimiento de la democracia la calidad electoral está retrocediendo y no avanzando, y esto ha puesto en evidencia el caso de Tucumán.
A dos meses de las primera vuelta de la elección presidencial no parece que estos hechos puedan reducir la base electoral del oficialismo a nivel nacional, que es de aproximadamente el 40% de los votos, como lo confirmaron las PASO. Así como las denuncias contra Aníbal Fernández no impidieron a Scioli ganarlas por más de 8 puntos y las encuestas muestran que ni su controvertido viaje a Italia ni las inundaciones la han reducido, es difícil que Tucumán lo haga.
Pero este tipo de episodios pueden impedir que el oficialismo logre el 45% que le permitiría ganar en primera vuelta.
Hay también efectos, que se han precipitado. Gracias a Tucumán, la foto de Massa, Macri y Stolbizer en una posición común, que el Jefe de Gobierno porteño había rechazado semanas atrás cuando la propusiera Massa en la noche del 9 de agosto, se hizo posible. Ello puede constituirse -o no- en un cambio de tendencia dentro de la oposición, que facilite una convergencia electoral si hay segunda vuelta.
Hacia adelante, la cuestión central es si los hechos de Tucumán pueden convertirse o no en un punto de inflexión, que lleve a un mejor funcionamiento del sistema electoral argentino y a través del mismo, a una necesaria y mejor calidad institucional.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.