Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos. Daniel Toledo, el intendente de Yerba Buena, y Mariano Campero, el hombre que en octubre va a sucederlo, lo comprendieron. Entendieron que el pedazo de mundo que ambos dicen que aman (lo han declarado en ocasiones para la prensa) necesita de la magnificencia de sus gobernantes.
El martes, desde las 18 y hasta las 20, dejaron sus rencores a un costado y se sentaron el uno frente al otro. La reunión transcurrió en la casa de Julio Rossi, uno de los colaboradores de Campero. Tomaron café y hablaron sobre la responsabilidad ("ahora vas a saber lo que es tener una ciudad de 110.000 habitantes en tus espaldas", le apuntó el intendente saliente al entrante) y sobre el diálogo ("hoy, la pelota está desde mi lado. Es mi obligación promover el diálogo", dijo Campero).
También conversaron sobre la deuda del municipio con el Gobierno provincial, sobre la recolección de residuos, sobre la inseguridad y sobre las elecciones en las que ganó Campero y perdió el candidato oficialista, el legislador Sisto Terán Nougués, entre otras cuestiones. Toledo y Campero se conocen desde 2009, cuando se cruzaron por primera vez en los barrios que caminaban, el primero como intendente y viejo caudillo peronista; y el segundo como militante radical. Desde aquel entonces, han mantenido enfrentamientos. En algunas oportunidades, esas peleas acabaron incluso en el ámbito judicial. Esta vez, sin embargo, se permitieron mirarse a los ojos. Y darse las manos en vez de mostrarse los puños, como proponía Mahatma Gandhi.