Tomaron ímpetu en la Edad Media como un espacio público, donde los campesinos podían canjear sus productos y animales por otros que necesitaban. Con el correr del tiempo, se fueron convirtiendo en un espacio de encuentro no sólo para la comercialización, sino también para las relaciones sociales entre los vecinos. En los últimos años, las ferias han comenzado a ser cuestionadas, no tanto por lo que representan económica y socialmente para la comunidad, sino por la falta de higiene, la desorganización y el avance sobre los derechos del otro.
Tras un largo conflicto entre los feriantes y los vecinos, la de Villa Luján fue erradicada definitivamente hace unas semanas de la plaza de 1° de Mayo; allí se realizó durante 33 años y su destino aún es incierto. La feria de El Manantial pareciera seguir el mismo derrotero. En 2014, los puesteros fueron desalojados de la plaza principal de esa localidad por obras de remodelación y por el adoquinado de la calle Cristo Rey. Según el entonces comisionado rural, se había alquilado un predio a tres cuadras del paseo, pero sólo la mitad de los 280 feriantes accedió a instalarse allí. Los restantes decidieron establecerse los domingos, entre las 6 y las 16, a la vera de la ruta 301; se corta uno de sus andariveles a lo largo de 400 metros para instalar sus puestos con mercadería.
El domingo pasado, el nuevo comisionado se quejó: “hicimos una pista de salud que todavía no está inaugurada, pusimos palmeras y pintamos. No tuvieron mejor idea que atar los tientos de las carpas en las palmeras recién puestas. También cortaron los precintos de seguridad y subieron autos y camionetas a la pista. Además, están bloqueando una ruta nacional, poniendo en riesgo la seguridad vial. Ya hubo accidentes en otros momentos, con gente herida”. Agregó que no permitirá que este domingo vuelvan a instalarse en ese lugar
Según un funcionario de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, estos conflictos ocurren porque no hay un trabajo conjunto entre el sector público y el privado. “Si todas las ciudades del mundo tienen ferias, no hay motivos para que nosotros no las tengamos. Para eso se necesita un marco normativo. Una feria no debe ser sinónimo de irregularidad”, dijo. Otro funcionario capitalino afirmó que se necesita voluntad política entre las municipalidades, las comunas y la Provincia para regular estos espacios de comercialización.
Esta situación de descontrol pone en evidencia no sólo la ausencia de planificación, sino también de autoridad, que es la que debe organizar esta actividad convenientemente. Como señalamos en otra ocasión, los feriantes no pueden hacer lo que se les ocurra y establecerse en cualquier parte, provocando riesgos de accidentes, avanzando sobre los derechos de los vecinos o impidiendo la libre circulación en una ruta porque se está violando un principio constitucional.
Es comprensible que por falta de trabajo, la gente busque opciones para poder sobrevivir, pero debe acatar las normativas vigentes, quien no las respeta no se halla en condiciones de exigir nada. Desde hace tiempo, venimos insistiendo en esta columna sobre la importancia de organizar esta actividad. ¿Por qué esperar que se desencadene un conflicto social para “ver qué se hace”? ¿Cómo puede ser que no haya habido hasta ahora voluntad política para solucionar un problema social y encaminar una actividad histórica por los caminos adecuados?