La ciudad completa se había llamado a silencio. El bullicio había quedado encerrado en los hogares donde empezaba la última cena de 2015. Eran las 21.10 y en la calle se oía el repiquetear de los pasos de unos 200 vecinos que caminaban por el Paseo de la Independencia. En penumbras, la Casa Histórica los esperaba con misterio y emoción. Atravesaron los portones azules y caminaron lentamente y con cuidado por el zigzagueante recorrido del interior de la casa que en 1816 prestó a los congresales doña Francisca Bazán de Laguna. No faltó quien adviertiera que caminaran con cuidado porque los baldosones húmedas era una invitación a patinar inesperadamente. Funcionarios municipales, autoridades eclesiásticas y vecinos llegaron al patio del fondo. Ante el mástil desnudo se pararon mientras al frente y a sus espaldas los miraban -con sorpresa tal vez- los gigantescos murales que Lola Mora trajo de Italia y que evocan las gestas del 25 de Mayo de 1810 y del 9 de Julio de 1816. La voz del padre Marcelo Barrionuevo empezó con timidez a cantar “Oíd mortales...”, lo siguió el intendente Germán Alfaro; con voz más grave, Domingo Amaya actual secretario de Vivienda y Hábitat de la Nación y luego se soltaron todos, incluso los niños. El aplauso cerrado fue la antesala de la Oración de la Patria y de las precisas y emocionantes palabras de Juan Carlos Hourcade. Habló como un vecino de la Casa Histórica y su discurso despertó sonrisas, invitó a la reflexión y convocó fuerte aplausos. En la despedida, la casona se iluminó con una colorida lluvia de fuegos artificiales que obligó a todos a levantar la mirada al cielo. Sólo la bajaron para brindar y para saborear pan dulce.
Dos horas antes de las 12, la Casa Histórica cerró sus puertas a los vecinos que habían sido convocados por la Comisión de Enlace del Bicentenario de la Independencia.
A las 20.30 en punto, había comenzado la celebración en homenaje al Bicentenario con una misa en la Catedral. El padre Barrionuevo, en su homilía destacó que el inicio del Bicentenario es una responsabilidad histórica para cada uno según el rol que le compete. Indicó que no se puede deslindar esa tarea que nos toca a todos por ser de la generacion del Bicentenario. “Hay que pensar quiénes son los próceres de este Bicentenario y qué estamos dejando como valores”, señaló y lanzó la idea de que también debemos proyectar qué haremos para los proximos 100...
1) ¿POR QUÉ ESTAMOS AQUÍ?
2016 será un año como cualquier otro. Veremos en las noticias a gobernantes que cumplen con alguna promesa aportando al bien común, y a otros que delinquen; también a vecinos que saldrán en las páginas policiales y a otros que nos harán vibrar de emoción, como los jóvenes que en la pasada Navidad hicieron un verdadero Belén con los sintecho, con los solitarios, con tucumanos solidarios en la Plaza Independencia.Es que así somos las personas; doblegadas por una permanente tensión hacia el bien y hacia el mal. Por eso 2016 tendrá luces y sombras. Pero hay un hecho importante: esa mágica ilusión de que los aniversarios o años que terminan en 0 ó en 5 tienen para las personas. Algo de pitagóricos parecen tener los pueblos.Por eso si bien 200 años de vida son casi lo mismo que 199 o que 201, el Bicentenario tiene un gusto muy especial. Y así, como nuestros obispos nos plantearon ya hace casi 8 años atrás, deberíamos aprovechar la oportunidad del Bicentenario como un desafío.
2) ¿QUÉ DESAFÍO?
Aunque las circunstancias son otras, el desafío es el mismo de hace 200 años: construir una Patria donde la justicia, la libertad, la solidaridad, la responsabilidad y la fraternidad sean los valores que primen y que vivan todos los argentinos, nacidos o adoptados por nuestro bendito país.¿Se puede hacer esto si en 200 años no lo logramos, ya que seguimos teniendo a muchos de los nuestros totalmente excluidos de la vida en sociedad? ¡Sí se puede! Y si se puede, es nuestro deber. Nuestro deber es simplemente hacer las cosas como corresponde, es decir, hacerlas bien: trabajar bien, gobernar bien, obedecer bien a las legítimas autoridades, divertirnos bien, proteger bien a nuestras familias…Alguna vez se me ocurrió que sería bueno cambiar una estrofa del Himno Nacional, que fue escrita para el momento en que se redactó y entonces tenía un sentido pleno: aquella frase que dice “O juremos con gloria morir”; quizás hoy deberíamos decir “O juremos con honor vivir”, “O juremos con honestidad vivir”, “O juremos con laboriosidad vivir”, “O juremos con solidaridad vivir”. Porque de eso se trata: de vivir como buenos ciudadanos, como buenos vecinos, como buenos hermanos aunque no lo seamos por la sangre. Y al vivir así, moriremos con gloria.
3) LA CASA HISTÓRICA
Me invitaron a hablar como un vecino. Y por eso me parece oportuno dar un pequeño testimonio de lo que habitualmente veo desde el balcón de casa o al salir a la peatonal, sobre todo con los turistas que se acercan a este lugar histórico.Y se ve de todo: el cholulismo del que sólo le interesa la foto para mostrar que estuvo acá (y en algunos casos, después de la foto sigue su rumbo sin siquiera entrar a conocer la Casa), hasta aquél que llega casi corriendo y de golpe se detiene en seco y queda como paralizado por la emoción de estar al frente de aquella Casa sobre la que tanto escuchó, especialmente en los años escolares; y está igual a la que vieron en fotos, figuritas, láminas (salvo el color de puertas y ventanas, hoy pintadas como indican los documentos históricos).Y también están los que dicen “Es la Casita de Tucumán”; algunas veces tuve la oportunidad de explicar que la “Casita” tiene 40 metros de frente por 120 de fondo, para dar alguna aproximación de su enorme tamaño; pero que incluso, es mucho más que una “Casita” porque es el hogar donde nacieron y nacerán los argentinos. Y está el otro turista que mira las molduras de las dos columnas salomónicas de la entrada y recuerda lo que le costaba dibujarlas en la escuela; “y eran así nomás”. Pero salvo muy pocos casos, siempre se nota el impacto de estar en un lugar histórico como pocos en el país.La Casa de Tucumán es un símbolo para todos. Y los símbolos son importantes porque son capaces de generar actitudes heroicas, como heroico fue el hecho de la jura de la Independencia. Por eso me siento muy honrado por haber sido elegido para decir unas palabras a pocas horas del inicio de 2016, el año del Bicentenario del nacimiento de la Patria argentina. Y en este comienzo del Bicentenario, el compromiso que deberíamos asumir para honrar a los que juraron la independencia y lo hicieron al precio de sus honras, sus bienes y sus vidas, es reconstruir una y otra vez la Patria, el hogar de nuestros padres como indica la etimología. Ojalá nos pongamos todos en esa tarea.-