Fabio Ariel Ladetto - LA GACETA
Del teatro de texto con mínimo despliegue corporal a la danza teatro; del absurdo al realismo; de la mínima presencia de elementos escénicos a una puesta barroca, todas estas expresiones escénicas estuvieron presentes en los escenarios tucumanos el sábado, en la penúltima jornada de la Fiesta Nacional del Teatro.
De Jujuy llegó a La Sodería “Patrimonio”, propuesta de La Compañía de Otto. Juan Castro Olivera dirigió su propio texto, con dificultades dramáticas y artísticas. Es la historia de una familia otrora poderosa y hoy en decadencia, cuya casa va siendo tomada por “vagos”, según define el dueño del hogar. La salida es conseguir un subsidio de la reina Máxima de Holanda, no para paliar la crisis social de la vivienda sino para aprovechar el dinero para su subsistencia y goce personal. “Son bestias, no van a cambiar su naturaleza”, dice el protagonista mientras fuerza a su hija discapacitada a competir por un cetro de belleza. Explicitan la corrupción y la discriminación en una sociedad en crisis, como es la jujeña.
La Rioja trajo “El murmullo, crónica de un día cualquiera”, con los actores Carlos Chumbita y Gabriel Arancibia instalados en un alto mangrullo durante toda la obra, mientras agotan los movimientos que pueden desplegar en el reducido espacio de una silla. La expresividad de ambos (uno habla; el otro sólo se mueve) no compensa el problema de la limitada dinámica escénica ni la linealidad del ritmo, responsabilidad principal del director César Torres.
“Vertical”, una de las dos obras con que Tucumán participó, aportó una gran demostración de expresión y dominio corporal de seis actores-bailarines que relatan dramáticamente sus relaciones cruzadas de poder, violencia, sexualidad y dominación. Aunque están vestidos casi todo el tiempo (sólo hay un topless de las tres protagonistas, quizás innecesario), los cuerpos evidencian un alto erotismo que confirma que no tiene relevancia la cantidad de piel que se muestre cuando se sabe cómo decir las cosas. La enorme parrilla metálica que se desplaza en distintas posiciones es un personaje en sí misma.
En la misma estética de teatro danza se presentó “Nazario, el gurí del monte”, una exquisita y poética propuesta del elenco cordobés Pie Plano, basado en la vida de Nazario Celso Aldao y en el cuento “Noche de reyes”, de Araceli Maldonado. Las distintas escenas de la vida del protagonista (hiladas sutilmente por un narrador) se despliegan con bailes y movimientos de enorme carga poética. Para destacar: la puesta en escena, con mínimos elementos que se aprovechan al máximo, un extremo cuidado de la estética, magníficas máscaras y solidas actuaciones que potencian el mensaje de vivir en libertad.
Santa Fe rompió el molde con la maravillosa “Representación nocturna del Marqués de Sebregondi”, quizás la obra más dura que se vio en el festival. Basado en el poema de Osvaldo Lamborghini “El niño proletario”, Matías Martínez construyó un texto agobiante sobre la violación y asesinato de un menor de edad por parte de tres miembros de la burguesía poderosa de cualquier sociedad. En momentos en que la pobreza suele ser vinculada con el delito y la criminalidad, el también director se centra en la figura de la víctima más inocente e indefensa. Nada se oculta en el relato, y desde el comienzo se anuncia la historia, por lo cual se puede identificar la obra como una clásica tragedia griega, donde todos saben lo que, inevitablemente, va a ocurrir. No hay pasión en los asesinos; para ellos, es natural lo que van a hacer, y el único malestar es entre ellos mismos. El remordimiento no existe, ni la justificación. Es la lucha de clases en estado puro, con la destrucción moral de los criminales.
Martínez vistió su puesta de modo magistral con elementos barrocos, música en vivo, sonidos distorsionados y el paradigma del teatro dentro del teatro para representar lo que se cuenta. “Este teatro nos da tristeza, pero es donde se vuelve tolerable lo horrible que somos”, se dice en off al comienzo y se confirma mientras discurre la obra, con la canción del “Lobo feroz” de fondo. Es cuando se reitera que con los chicos, no.