Hasta subir el grupo electrógeno, una herramienta fundamental para soldar en medio de la selva, tardaron más de dos horas. El grupo de operarios se detenía cada tanto para tomar aire, descansar las piernas, y estirar los brazos. Esquivar las piedras húmedas del camino, saltear las viejas vías de hierro con los durmientes de madera pesada, evitar los troncos de árboles caídos en el camino y subir el cerro en pendiente con un equipo como ese no debe ser fácil.
Llevar una mochila cargada con frutas y agua mineral ya es una carga para cualquier aventurero que inicia el camino del viejo funicular. Sólo aquellos que lo hicieron saben lo que significa tener que llevar los equipos de soldadura y los materiales (piezas de metal como mallas, tensores, barras tubulares, entre otras) para construir el puente.
Claudio Vera, de 36 años, vive en el barrio General Paz, en Colombres, Departamento Cruz Alta. Todos los días, se levanta, desayuna y cruza toda la ciudad para llegar al pie del cerro, donde empieza la caminata para trabajar en el funicular. “Traer ese equipo -dice, mientras señala al grupo electrógeno-, fue lo más duro, pero la verdad que trabajar aquí es hermoso -agrega mirando alrededor toda la selva de yungas-. Aquí nadie molesta y cuando se apaga el equipo y hay silencio se escuchan los pájaros nada más”, insiste.
Vera junto a otros tres operarios soldaron las piezas de hierro para terminar el tercer puente, en la mitad del cerro. Este viejo trayecto se había proyectado como viaducto para acceder por tren a la ciudad universitaria en San Javier. En total son seis viaductos hasta la cumbre.
Pablo Desjardins, supervisor de la obra, asegura que la decisión de construir la base metálica reforzará el paso peatonal en el puente. “Si lo hacíamos de madera, la humedad podía dejar muy resbaladiza la base; en cambio ahora -resalta- quedará más firme, porque todo es de hierro”.
Las obras se demoraron al comienzo por las lluvias. Pero ya está casi listo. Entre hoy y mañana, los operarios pintarán el puente para dejarlo terminado.
Desjardins coincide en que la parte más dura fue el traslado de los materiales con un total de 12 operarios. “Subimos todo a hombro, porque no quedaba otra opción -dice-; imaginate que había 33 mallas que tres metros de ancho por uno de largo; había 105 planchuelas para los parantes y 20 barras tubulares de 12 metros de largo”.
En el trayecto por el viejo funicular es posible cruzar a los grupos de jóvenes que, en tiempos de vacaciones, organizan una “escapada al cerro”. Con una mochila liviana, y toda la onda para trepar la montaña desfilan por los senderos señalizados. Al pie del cerro, antes de comenzar la travesía, hay que pagar $ 15 por persona a Gabriela Olima, empleada del parque Sierra de San Javier. Lo mejor es elegir un día de cielo despejado para disfrutar del sol que se cuela entre los árboles.
El verde de la selva atropella a la vista a lo largo del trayecto. La carga de frutas y agua mineral debe ser liviana para avanzar sin mayores inconvenientes. La apertura del tercer puente del funicular permitirá llegar hasta la mitad del cerro. Para quienes pretenden hacer cumbre en San Javier, lo más conveniente será que vayan por el sendero Puerta del Cielo.