No podía ser mejor el día para celebrar ayer el primer cumpleaños de Fazenda. Con un sol tibio y un viento suave que hacía silbar las hojas de los árboles, los anfitriones y los invitados se movieron a sus anchas a lo largo del enorme predio de aproximadamente 30 hectáreas. Llegaron padres y madres con hijos en brazos cargando sus propios canastos repletos de pan casero y galletas, el termo con agua caliente y el mate en bombilla dispuesto a pasar el día entero al aire libre.
En una de las galerías se instaló un puesto de ventas de dulces. Había alfajores caseros, frascos de dulce de leche, libros, y otras delicias para degustar. Un grupo de niños jugaba con una pelota en un pequeño campo de fútbol, mientras monseñor Alfredo Zecca oficiaba la misa por el primer aniversario.
En la zona de la cuesta del 25, a la vera de la ruta nacional 9, está el portal de acceso a Fazenda. Ayer, por cumplir un año desde su creación, había tantos autos al costado del camino que tuvieron que colocar anuncios de precaución a los automovilistas. Dentro del predio, el camino de entrada es empedrado y rodeado una vegetación frondosa. En ese corto trayecto de unos 200 metros pueden verse carteles de madera tallada en los que se grabaron palabras claves: “Espiritualidad”, “Convivencia”, “Perdonar”, “El que camina con Jesús tiene esperanza”, podía leerse entre otros mensajes.
“La esperanza es la virtud de los fuertes” resaltó Zecca en su mensaje durante el oficio religioso. Había tanta gente que resolvieron dar la misa al aire libre y no en la capilla. El altar se instaló en la galería de la llamada “Casa San Javier”.
Carlos Ardiles dejó las drogas, aunque admitió que tuvo algunas recaídas. Después volvió a levantarse y por eso integró los grupos de charla. Ayer, durante la celebración, le dieron un diploma que lo designa simbólicamente “Embajador de la esperanza”.
“Tuve muchos días malos, pero pude salir cuando aprendí que solo no puedo. Esto es de todos los días, de toda la vida”, dijo. Más tarde, Romina Roda, recordó al padre Melitón Chávez, que fue uno de los impulsores del proyecto para que Fazenda se instalara donde hoy sigue en crecimiento. “El padre Melitón nos ayudó, nos impulsó a recibir a jóvenes que quieren salir de las adicciones, pero fundamentalmente a jóvenes que quieren un nuevo estilo de vida”, afirmó.
“Aquí -dijo Romina-, los misioneros han dejado el corazón en cada planta que se plantó; este lugar es un semillero de esperanza”, insistió con la voz entrecortada por la emoción.
Después le dieron la palabra a José, un joven de 18 años, que ayer cumplió un año dentro de Fazenda. “Mi vida no tenía sentido, estaba mal y, el año pasado, si no le pedía ayuda a mis padres no sé si hoy estaría aquí hablando frente a ustedes”, señaló.
“Vine aquí -dijo José-, donde encontré amor en Jesús y así pude recuperarme. A los que recién empiezan les digo: este es el camino, si perseveran se van a dar cuenta y no se van a arrepentir”, insistió mientras todos lo aplaudían por su enorme logro.