El bullicio se escuchaba desde más allá de la esquina, y como el sol primaveral de estos días se sumó a la partida, el “Recreo” que organizó el Ministerio de Educación para celebrar el Día del Niño fue una verdadera fiesta. Cerca de 4.000 chicos del nivel inicial y de primaria aceptaron la invitación y concurrieron ayer a la sede del Centro de Innovación e Investigación para el Desarrollo Educativo, Productivo y Tecnológico. (avenida José Ingenieros 264, cerquita de la terminal de ómnibus). Apenas se ingresaba, bajo techo y sobre el piso funcionaba un taller de artes plásticas; en uno de los rincones las chicas se animaban a hacer acrobacias en tela, mientras se iba montando un escenario.
Por el largo patio descubierto circulaban hadas y princesas, como Valentina, Malena, Ana y Paulina, todas de 7 años y de Tafí Viejo. La autora de sus atavíos, hechos con papel de diario, se llama Guadalupe y es una de las tantas talleristas de los CAI y los CAJ (Centros de Actividades Infantiles y Juveniles, respectivamente) que se pusieron al hombro el proyecto. Guadalupe y los chicos reciclaban para construir varitas mágicas, espadas, coronas, collares, anteojos gigantescos...
Se cumplían las consignas y se lograban los objetivos: “lo nuestro es la innovación educativa; la propuesta es, en primer lugar, que jueguen... ¡Es su día! Pero les proponemos alternativas para crear, desarrollar habilidades, encontrarse con otros chicos, aprender a cuidad el medio ambiente”. “Se trata de educar jugando”. “Preparamos esto durante más de dos meses y estamos felices, porque nuestras expectativas están más que cubiertas”. “Participaron todas las áreas del Ministerio, de uno u otro modo: por ejemplo, alumnos de las escuelas de formación profesional prepararon el refrigerio que recibieron los chicos”. Son algunas de las frases de los organizadores. No quisieron dar sus nombres; prefirieron destacar la labor del equipo. Y parecen haber acertado con creces, a juzgar por las palabras de Susana Cortés, directora de la Escuela Especial Niño Jesús: “la organización está buenísima, y nuestros alumnos vivieron una verdadera experiencia de integración. Pudieron participar de todas las actividades como cualquier otro chico; los animadores funcionaron de maravilla: fue una mañana maravillosa”.
Monstruos y robots
Al fondo de ese mismo patio, formando una larga hilera, un montón de caras sonrientes esperaban ser maquilladas para sacarse luego una selfie, o la foto “normal” con una bruja pelirroja, que en realidad se llama Nancy Muro. Para los amantes de los zombies la diversión no terminaba allí: en el piso de arriba estaba la Casa del Terror.
Unos pasos más adelante la tecnología tenía también su sede: los chicos jugaban con José Campos y Maximiliano Rato, que estaban a cargo del taller de robótica. Y en la sala inmediata, disfrutaban en las netbooks de los juegos diseñados especialmente por Ignacio Casares y Sebastián Rico. “Pueden colorear, armar rompecabezas, ejercitar la memoria...”, contó Ignacio. Y hasta podían hacer un paseo por el Sistema Solar, de la mano del “profe” Juan Carlos Márquez.
Imposible detallarlo todo; sí se puede contar que los chicos lo disfrutaron: títeres, juegos de puntería, fábrica de galletitas personalizadas, pesca con imanes... También se puede soñar con que esto no haya sido todo. Se puede. Quedó demostrado.