No podrían haber elegido mejor semana los opositores y los oficialistas tucumanos para desnudar que, a un año de las miles de personas en la plaza Independencia, nada se ha modificado. Aquel mensaje de cambio, de queja, de hartazgo y el pedido de “basta” que trascendieron bajo el llamado #Tucumanazo2015 les entró por un oído y salió por el otro. Las viejas mañas y los históricos vicios siguen tan latentes como antes de los escandalosos comicios del año pasado.
En el oficialismo la mayor preocupación pasa por frenar los embates judiciales de la oposición. Están aterrados por las implicancias que puedan tener las investigaciones sobre el destino de los $ 615,6 millones que administró Juan Manzur para gastos sociales durante 2015. Por eso, en el mismo día el gobernador y el vice, Osvaldo Jaldo, se reunieron con dos miembros de la Corte Suprema de Justicia. Con el vocal Daniel Posse tuvieron la delicadeza de entrevistarse en un despacho oficial, pero con el presidente de la Corte, Antonio Gandur, lo hicieron en el living de su casa.
Con los dos magistrados hablaron de lo mismo: la supuesta parcialidad que le achacan a algunos vocales de la Cámara en lo Contencioso Administrativo. En especial, al juez Rodolfo Novillo. Del primer encuentro de ese jueves de lobby nadie dijo una palabra; del segundo, lo que se conoce trascendió porque el propio Gandur se encargó de ventilarlo. ¿Fue un pequeño desliz del titular de la Corte, o los 25 años en el Poder Judicial lo llevaron a “relajar” los filtros, la distancia y el decoro que esa función le demanda? Negar el lobby político sobre el judicial, y viceversa, sería pecar de ingenuidad e hipocresía. Lo alarmante es que ni siquiera se sonrojen. Pasó desapercibido, pero semanas antes del Bicentenario el propio Gandur se subió al avión oficial de la Provincia con Manzur y con Jaldo para mantener un encuentro con el presidente, Mauricio Macri. La reunión de las cabezas de los tres poderes con el jefe de Estado, simbólicamente, puede sonar brillante. Pero, a los fines prácticos, cuál es la diferencia con este último encuentro. ¿Por qué no pudo haber habido lobby político en aquellas casi dos horas de vuelo?
Manzur y Jaldo, ya acostumbrados a este tipo de roces y a las manchas, quizás sean los que menos hayan perdido con la difusión del mitin. Gandur, en cambio, puede perder respeto y autoridad dentro del Poder Judicial, que ya de antemano tambalea por su crisis y por la disputa que mantiene con el ministro fiscal, Edmundo Jiménez. Seguramente, además, ya no podrá participar de una eventual causa por los gastos sociales que llegue a la Corte; y, también seguramente, será recusado por cualquiera que pleitee ante el alto tribunal contra el Poder Ejecutivo o el Legislativo mientras dure esta gestión (en idéntica situación quedó Daniel Posse). Todo esto sin contar, claro está, que en la Legislatura ya hay luz verde para “asustar” al presidente de la Corte en caso de que alguien presente algún planteo ante la Comisión de Juicio Político. Es decir, el poder le va a pasar factura a Gandur por haber abierto la boca. El titular de la Corte, por su papel al frente de la Junta Electoral Provincial en el desbordado comicio de 2015, ya había perdido el apoyo de buena parte de la oposición; en especial, del espacio que lideraron José Cano y Domingo Amaya. Con este último acercamiento a Manzur y a Jaldo, y luego de haberlo difundido, podría haberse quedado sin otro resguardo político.
Otra derrota
El rumbo que tomó en cuestión de horas la novela de la eliminación de los gastos sociales y su derrotero en tribunales puso en un segundo plano el papelón al que se expuso el Acuerdo para el Bicentenario y/o Cambiemos en Tucumán.
La principal alianza opositora, que pretendía relanzarse justo un año después de haber perdido los comicios, volvió a sufrir una derrota. Aunque no en las urnas, el ApB mostró ante la sociedad incoherencia, internismos y caprichos. No deja de ser meritorio que la coalición, con algunos vaivenes, se mantenga en pie desde 2009 bajo el impulso de Cano, pero la realidad hoy muestra que el espacio está partido en dos por un dato no menor: antes, ser simplemente oposición los igualaba y les facilitaba el accionar; hoy, ese espacio es oficialismo a nivel nacional y municipal. Por ende, tiene responsabilidad de Gobierno.
El gran desafío de este sector será mantener la unidad local por fuera de las presiones foráneas, aunque la misión se presenta compleja. Por un lado, están aquellos que pugnan porque Cambiemos se devore al ApB. Domingo Amaya, Silvia Elías de Pérez y Facundo Garretón (¿suena a lista para diputados?) encabezan este grupo. Por el otro, Cano, Germán Alfaro y Pablo Walter hacen malabares para justificar la presencia de opositores al macrismo, como Libres del Sur, dentro de la alianza tucumana. El objetivo, repiten, es llegar a 2019 con chances de destronar al alperovichismo residual que lidera Manzur. En caso de que el macrismo libere las internas en cada distrito en 2017 y haya PASO en Tucumán dentro del ApB/Cambiemos, ¿a la lista arriba mencionada se opondrá la de Cano-Beatriz Ávila-Federico Masso? Falta mucho aún, pero las actitudes de uno y de otro dan algunos indicios. El más claro es que a medida que Amaya se aleja de Cano, el que se acerca es Alfaro. En esa estrategia debe inscribirse la repentina arremetida del intendente hacia Jaldo y la Legislatura por los gastos sociales y el faltazo por enfermedad a una recorrida con Amaya el sábado (¿qué político falta a un evento de esas características por cuestiones de salud?). Ambas decisiones del jefe municipal fueron un guiño al radical.
Justamente en la semana del primer aniversario de uno de los movimientos ciudadanos más fuertes de las últimas décadas, la dirigencia se ha empecinado en advertirle a la sociedad que de poco ha servido la lección. Y que el poder, en cualquier momento, puede desbocarse.