Es frecuente leer u oír, especialmente en discursos de funcionarios políticos, que Tucumán es una de las ciudades del interior del país con mayor cantidad de espectáculos teatrales del país. Más allá de que la aritmética aplicada al análisis de fenómenos sociales es real que la actividad cultural de nuestra ciudad es múltiple y constante todo el año, aunque con dos momentos más descollantes: el Julio Cultural y el Septiembre Musical. Desde luego que la cantidad no siempre está acompañada con la calidad, pero el hecho de que el teatro, el arte, la música y la danza brillen durante todo el año habla a las claras de que una gran fortaleza de Tucumán está en los teatros y en los museos. Por eso, que la flamante sala ubicada en el predio del ex Mercado de Abasto haya pasado a manos de la Municipalidad es una noticia que entusiasma no sólo a los artistas, sino sobre todo al público.
Construido anexo al hotel Hilton Garden Inn e inaugurado en mayo de 2014, el teatro de más de 280 localidades recibió el nombre de la actriz tucumana Rosita Ávila. A fines de julio, la firma Central Tucumano acordó ceder la gestión de este espacio cultural al municipio. La norma tendrá principio de ejecución hoy, cuando la Municipalidad rebautice el teatro. El mismo intendente Germán Alfaro reconoció que la idea de contar con un centro cultural le venía rondando desde antes de asumir el cargo. Originalmente, el proyecto era crearlo en el deteriorado predio de Buenos Aires primera cuadra, donde hace años funcionó la Dirección de Tránsito, a un costo de unos $ 16 millones. “Viajé a Buenos Aires y me reuní con varios funcionarios nacionales de Cultura, pero era muy complicado. Con la sala en el ex Abasto se desactiva esta idea, pero se podría destinar el lugar para montar talleres artísticos”, aclaró. De todas formas, que la ciudad sume una nueva y moderna sala teatral es una noticia que merece todo el apoyo de la comunidad artística y también de los vecinos. Es un acontecimiento que, además de aplausos, genera desafíos. El primero, y más importante, es lograr que todos los sectores involucrados en las artes escénicas tengan la posibilidad de acceder a este espacio. Y para ello, el municipio debe poner todo su potencial al servicio de a esa gran cocina que es la producción y la circulación cultural; una gran cocina donde cada uno tiene un sabor o una textura que agregar, reconociendo las particularidades de los ingredientes de cada sector. Abrirse y federalizar toda esa diversidad que se da a lo largo y a lo ancho del territorio, por otra parte, es todo lo contrario a imponer una visión hegemónica desde arriba; es ayudar a esas expresiones a florecer en libertad. El segundo desafío es consolidar el rol de la cultura como una herramienta de integración social y desarrollo económico. La cultura se encuentra también en las industrias creativas como el diseño, los servicios audiovisuales, la publicidad, y otros sectores que combinan la innovación con la tecnología y son generadores de empleo y de crecimiento. Por último, hay un tercer desafío, que es el de la profundización de nuestra cultura democrática. Supone un cambio profundo asimilar la idea de que para que la democracia florezca no alcanza con la convivencia. La democracia como una cultura es, en cambio y esencialmente, aprendizaje en la diferencia. Sería una democracia pobre si no existe la posibilidad de aprender de quienes son diferentes a uno. Ojalá que este nuevo espacio teatral también ayude a ejercitar esa democracia.