HOY
• A las 22, en el Teatro Alberdi (Jujuy y Crisóstomo Álvarez). Entradas 2 x 1 con Club LA GACETA. Entradas 2 x 1 para docentes, no docentes y estudiantes de la UNT.
En los conciertos sinfónicos sólo se los puede ver de la tertulia hacia arriba. El fagot, el clarinete y el oboe ocupan las filas centrales posteriores, y se los identifica sobre todo cuando interpretan solos.
Esta noche pasarán al proscenio, en el Teatro Alberdi, a cargo de los solistas: José Gabarró (fagot, exintegrante de la Sinfónica), Agostina Gabarró (clarinete) y Roxana Civallero (primer oboe solista de la Sinfónica).
La Orquesta Sinfónica de la UNT ha invitado a Francisco Varela para que la dirija, y junto al director titular, Roberto Buffo, han armado un programa llamativo, bajo el subjetivo título de Música del mar Mediterráneo.
Es que han elegido a Gioacchino Rossini, y su ópera L’Italiana in Algeri; a Gabriel Fauré y su Pelleas et Mellisande op. 80, y a Henri Tomasi con su Divertimento Corsica, junto a Félix Mendelssohn y su Sinfonía N° 4 en La mayor op. 90.
Los solistas
La propuesta más llamativa de la velada será la obra de Tomasi, compositor que se formó en París. “Esta es la segunda vez que la interpretamos. La toqué en el 91, con otros solistas, bajo la dirección del maestro Eduardo Alonso Crespo -rememora el maestro Gabarró-. La partitura la conseguí a través del maestro Alberto Merenzon; después se me traspapeló, y volví a conseguirla: me la mandaron de EEUU. Es una obra interesante y original”. “El año pasado Gabarró me convocó para hacer esta obra. La escuché, la empecé a estudiar y es bastante virtuosa. Me gusta mucho la sonoridad que alcanzan entre las tres cañas. No hay mucho repertorio para esta formación. Me entusiasmé porque es hacer algo diferente, que no está dentro del repertorio clásico del oboe”, expone Civallero.
Para la clarinetista también es un desafío. “Quizá cuando se lo escucha puede parecer fácil, pero cuando uno entra en la partitura es otro mundo, y es de caraterística virtuosa para los tres instrumentos; tanto el fagot, que tiene muchos agudos, y la parte técnica de clarinete y oboe”, explica Agostina Gabarró. Por su parte, Varela apunta que el nombre del concierto partió del nombre de Córcega, en relación con la obra principal en el programa, “pensando justamente en esa isla, que fue italiana, francesa, que tuvo muchas tensiones políticas y de identidad nacional, se quiso independizar varias veces y no lo logró. Nos pareció interesante, con el maestro Buffo, poner un poco de estas dos nacionalidades en tensión y escuchar”.
De Italia y Francia
Eso determinó hacer música netamente italiana, como Rossini; y también la Sinfonía Italiana, de Mendelssohn.
“La sinfonía es fantástica y muy virtuosa para la orquesta (nos muestra la mirada de un alemán sobre Italia -expresa Varela-. Por eso Rossini y y Mendelssohn abren y cierran el programa. Rossini suena inconfundiblemente italiano por el tipo de textura y de carácter, por la melodía acompañada, el carácter rítmico del acompañamiento. Y Mendelssohn, por más italiana que sea su inspiración, tiene todo el contrapunto, la complejidad y la densidad de la identidad alemana. Fauré representa a Francia, como antecesor del impresionismo en un punto, contemporáneo de Debussy (pero él ya venía trabajando) y tiene esta condición colorística de los franceses. Eso se ve también en Tomasi, que con los escasos recursos de una orquesta de cuerdas, arpa y trío de solistas crea colores y texturas muy interesantes”.