El equipo venía de jugar dos partidos con mucha demanda anímica, contra Independiente y Boca, e inconscientemenrte pudo haber bajado su propia exigencia.

Cinco días después de un empate cargado de electricidad ante el “Xeneize”, Atlético pareció haberse quedado sin la misma energía.

Fue un equipo mucho más insulso y lo pagó con el 2-1. Lo mejor de la noche para Atlético es que Cristian Menéndez sigue en racha, no importa sea titular o suplente. Con el de ayer lleva cinco goles (de los ocho del equipo en el torneo), dos de ellos de manera consecutiva saliendo desde el banco. La dependencia del “decano” con los goles de Menéndez habla casi de una relación umbilical. ¿Volverá a la titularidad la próxima fecha contra Unión?

Hasta la tardía reacción del final, Atlético jugó 80 minutos iniciales desconcertantes. Ni siquiera los cambios que ensayó Azconzábal durante el

complemento cambiaron el funcionamiento. Primero salieron Rodríguez y González, de floja noche (y sobre el final Aliendro, también perdido). Pero Atlético siguió siendo un equipo mustio y por eso no extrañó el segundo gol del local, de Coniglio, que sentenció el partido.

En contraste con el fortísimo viento que cruzaba el estadio Roberto Carminatti (las cabinas se mecían como si estuviesen en el mar y no en el aire), Atlético salió a jugar con una apatía desconocida. Una versión “unplugged” impropia de un equipo que hizo historia. Fue un “Decano” sin tensión, partido entre sus líneas y superado por un rival en crisis que jugó con la ambición propia de un equipo que la está pasando mal.

Atlético la pasó tan mal en el primer tiempo que lo desbordaron casi siempre por la izquierda pero le hicieron el gol por la derecha. El 1-0 llegó por un error que nació en el medio, con una mala cesión de Leandro González que terminó con la pelota en el hueco entre Leonel Di Plácido y Bruno Bianchi. El combo desafortunado se completó con la salida apresurada de Josué Ayala.

A la desconexión de Rodrigo Aliendro y Leandro González, o sea al déficit en la creación de juego, se le sumó la falta de eficacia al comienzo y final del partido. La primera del partido fue para Fernando Zampedri, pero el derechazo salió cerca. En el final, Evangelista tuvo dos chances para llegar a un empate que habría sido inmerecido pero que estuvo muy cerca.

ANALISIS

Con una luz de alarma

Andrés Burgo - Especial para LA GACETA

En algún momento tenía que ocurrir: la luz amarilla se prendió en el semáforo de Atlético.

La onda verde que arrastraba el equipo de Juan Manuel Azconzábal desde hace casi dos años, cuando en febrero de 2015 comenzó la histórica campaña que terminó primero con el ascenso a Primera División y después con la (inminente) clasificación a la Copa Libertadores, parece haberse detenido. Un triunfo, un empate y cuatro derrotas en las últimas seis fechas son números difíciles de contrastar: cuatro puntos sobre 18 no hablan de crisis pero sí de una desaceleración, como mínimo, o incluso de un freno. Las derrotas consecutivas ante Estudiantes, Newell’s y Huracán parecían un mal recuerdo redimido con el gran triunfo ante Independiente y el muy meritorio empate contra Boca, luego de remontar dos desventajas (y con los dos goles a favor anulados). Pero anoche Atlético volvió a quedar atrapado en una telaraña. Sin juego colectivo ni respuestas individuales, salvo la reacción de los 10 minutos finales. Y con un atenuante: Olimpo había mostrado muy poco en el torneo.

Las calificaciones contundentes son peligrosas, pero 80 de los 90 minutos de anoche supone una de las producciones más defectuosas de Atlético desde que en febrero de este año volvió a jugar en Primera. Comparable al 0-5 ante Tigre, y no mucho más. El equipo de Azconzábal se ganó el crédito (ampliamente) para que el hincha siga creyendo. Pero un triunfo contra Unión, el próximo lunes, sería más que bienvenido para volver a encender la luz verde.