ROMA.- Un millón de fieles se concentraron ayer en los jardines de la Villa Real de Monza, cerca de la ciudad italiana de Milán, para participar de una masiva misa oficiada por el papa Francisco, por lo que el pontífice fue descrito en la prensa local como un verdadero “rock star”. Luego, cerró la jornada con una entrada triunfante en su papamóvil al Estadio San Siro de Milán, con una capacidad de 80.000 personas, repleto de jóvenes creyentes y sus familias.
Más temprano, el Papa se dirigió a un barrio humilde de la periferia para visitar a tres familias en sus casas: una pareja marroquí con sus tres hijos, una pareja de ancianos con graves problemas de salud y un ex alcohólico con discapacidad física y su esposa.
El pontífice argentino también se reunió con representantes de las comunidades musulmanas y gitanas, así como con familias inmigrantes. Además, en el centro de Milán, se encontró con representantes religiosos en la catedral y respondió preguntas de sacerdotes y monjas antes de bendecir a los fieles congregados en la Plaza del Duomo. “En Milán, 20.000 personas en la Plaza del Duomo”, tuiteó la Policía.
En un día cargado de actividades en el que superó las expectativas de convocatoria en los heterogéneos escenarios que recorrió en la ciudad del norte italiano, donde se movilizaron más de un millón de personas durante las 10 horas de su permanencia que incluyó un almuerzo con 100 presos, entre los cuales una mujer argentina.
“Vengo como sacerdote”, dijo Francisco al iniciar una visita que incluyó además un desayuno con una familia musulmana en la periferia, un encuentro con el clero en el Duomo y una misa para más de 1 millón de personas en la vecina Monza antes de terminar con un “cara a cara” con 80.000 jóvenes de entre 12 y 15 años en el estadio San Siro. “Con ustedes me siento en casa”, les dijo horas después a los detenidos de la prisión de San Vittore, donde saludó a un grupo de 150 reclusos y almorzó con otros 100 de los 896 alojados, casi 300 más de las plazas disponibles.
Una mesa de 50 metros de largo con un mantel amarillo de papel fue el escenario del amuerzo que el Pontífice compartió con los detenidos, entre ellas la argentina Mónica Méndez, según confirmaron fuentes oficiales a Télam, en base a un menú típico milanés e igual para todos: risotto al azafrán, cotoletta con papas y panna cotta.
Una siesta en prisión
Francisco se convirtió así en el primer Pontífice de la historia en visitar la cárcel que funciona desde 1879 y en la que un 67% de los presos son extranjeros. Su estadía, de casi tres horas, incluyó además una siesta de 30 minutos en la habitación que utiliza el capellán de la prisión.
De la periferia al centro, su visita a la capital de la moda había iniciado con un recorrido por las “Casas Blancas”, un barrio de las afueras de la ciudad donde vive gente de escasos recursos. Allí ingresó a tres casas, entre ellas la de una familia musulmana, con quienes compartió un té y masas que le prepararon.
En otra de las viviendas debía recibirlo un matrimonio de ancianos enfermos, pero la mujer estaba internada en el hospital, por lo que el Pontífice se comunicó con ella por teléfono desde el lugar. Tras las visitas, sorprendió a los presentes al utilizar uno de los baños químicos dispuestos para la gente. Luego fue el turno del encuentro con el clero en el característico Duomo que se emplaza en el corazón de la ciudad, donde rezó en silencio y tuvo un ida y vuelta con los sacerdotes.
“La cultura de la abundancia a la que estamos sometidos ofrece un horizonte de tantas posibilidades, presentándolas a todas como válidas y buenas. Nuestros jóvenes están expuestos a un zapping continuo. Pueden navegar en dos o tres pantallas abiertas simultáneamente, pueden interactuar al mismo tiempo en diversos escenarios virtuales”, planteó, en lo que fue la segunda visita en la vida de Jorge Bergoglio a la imponente catedral gótica. La primera fue en los años 70 mientras hacía tiempo para tomar un tren a Turín.
“Nos guste o no, es el mundo en el que están insertos y nuestro deber como pastores es ayudarlos a atravesar este mundo. Por tanto, considero que está bien enseñarles a discernir para que tengan los instrumentos y los elementos que los ayuden a recorrer el camino de la vida sin que se extinga el Espíritu Santo que está en ellos”, planteó, antes de rezar el Ángelus hacia la plaza del Duomo. (DPA-Télam)