Hace 20 años la vida de Miriam y la de sus cinco hermanos cambió para siempre. Fue cuando su madre decidió terminar con su vida. Los adolescentes y su padre se sentían como en una barcaza sin remos, abandonada en medio del mar. Hasta que alguien les acercó una estampita de la Divina Misericordia. Ese día comenzaron a ver la orilla. Ayer esos hermanos caminaban con la multitud en la procesión de Jesús Misericordioso: “Pedimos por nuestra madre, que pensamos que ya salió del purgatorio, y por todas las almas que todavía quedan allí”, confiesa Miriam.
La procesión salió desde el frente de la Maternidad, cuando el sol todavía entibiaba la tarde. Muchos llevaban cuadros con la imagen de Jesús Misericordioso, como las que hizo pintar santa Faustina Kowalska. Uno de los mensajes que recibió la monja polaca entre 1931 y 1936 fue el deseo de que se honrara en una fiesta la Divina Misericordia el segundo domingo de Pascua. La procesión ocupó más de una cuadra de la avenida 24 de Septiembre por ambas manos.
A las 19 la columna con la imagen de Jesús Misericordioso llegó a la plaza Independencia, y fue recibido con aplausos por muchos fieles que lo esperaban allí. En el altar ubicado frente a la Catedral no había ninguna otra imagen, ni siquiera la de la patrona de la arquidiócesis, la Virgen de La Merced, que suele acompañar todas las misas importantes.
El arzobispo, monseñor Alfredo Zecca, junto al párroco de la Catedral, el padre Marcelo Barrionuevo, y al padre Luis Brandán, concelebraron la misa de la que participó toda la multitud que había estado en la procesión. “No podemos vivir la fe de una manera individual, somos todos pertenecientes a un mismo cuerpo que es la Iglesia, al pueblo de Dios”, sentenció el arzobispo.
“La misericordia no es un sentimiento superficial. No es un sentimiento de lástima. La misericordia se basa en la verdad, y es más que la justicia. La justicia nos da lo que nos merecemos, la misericordia nos da más. ¿Qué sería de nosotros si Dios nos da lo que nos merecemos?”, se preguntó. “No hay misericordia sin amor y sin verdad”, añadió. “Corregir a mi hermano cuando yerra, cuando equivoca su camino también es misericordia, pero cuando no lo corrijo sabiendo que yo también soy pecador, no estoy siendo misericordioso con él”, señaló.
A pesar de que es una de las devociones más jóvenes, muchos fieles llevan más de 20 años en ella. “Yo conocí a Jesús Misericordioso gracias a mi profesora de Inglés, en el instituto Santo Cristo de Banda del Río Salí”, cuenta Victoria Ledesma, de 44 años. “Desde que lo conocí hace 20 años no sólo no lo he abandonado -dice- sino que ahora vengo con mi familia a agradecer por las bendiciones que ha traído a mi vida”.