Desmenuzar un objetivo mayor en pequeños desafíos a cumplir suele ser la mejor manera de encarar torneos tan cortos y equilibrados como el Argentino. Abarcar mucho es apretar poco, y el seleccionado tucumano se propuso no mirar más allá de lo que tiene delante, ni tampoco volver la vista atrás, donde lo hecho está hecho y no se puede cambiar. Los “Naranjas” enfocaron todas sus energías en derrotar a Córdoba como si fuera la final y no la segunda fecha. Y es que en cierta manera lo era: una nueva caída implicaba despedirse de la posibilidad de recuperar el trono argentino. Ganaron 23 a 16 y siguen en carrera.
Tucumán puso lo que había que poner y logró torcer el brazo de su oponente al cabo de una pulseada muy dura y pareja, que había comenzado con viento en contra: por un error en la recepción de la salida, la pelota le cayó a Matías Vila, uno de los hombres más pesados de Córdoba, que aprovechó el factor sorpresa para ingresar al ingoal a pura potencia. En apenas 15 segundos, Tucumán ya había sido vulnerado. Fue una acción llovida del cielo para los cordobeses, pero que igual significó una prueba para la mentalidad de los “Naranjas”.
Mantener la tranquilidad y no salirse del libreto era el desafío, y Tucumán lo superó. Intentó devolver el golpe, pero no pudo generar quiebres claros en una defensa muy bien posicionada y criteriosa en las coberturas de espacios. Su única forma de sumar fueron los disparos de larga distancia de Máximo Ledesma. De la misma forma le cerró los caminos a Córdoba a base de tackles oportunos y agresivos. Ambos equipos acumularon fases y más fases, pero sin poderse doblegarse el uno al otro.
En ese contexto de tensa paridad, apareció la figura de Tomás Albornoz para inclinar la balanza hacia el lado tucumano: el apertura de Tucumán Rugby tuvo dos intervenciones decisivas que desarmaron el plan de los “Dogos”. En la primera, se la jugó solo, se filtró por el centro y apoyó bajo los palos; en la segunda, se sirvió un autopase de sombrerito, fijó la marca del último hombre y le dijo ‘tomá y hacelo’ a Lucas Cartier, que no perdonó.
Tucumán debe seguir ajustando cosas, pero logró mantener el control hasta el final, algo que no había hecho con Buenos Aires. Contra Cuyo, tendrá que mostrar aún más.
En un duelo tan estudiado, sólo alguien que se saliera del libreto podía hacer la diferencia. Ése fue Tomás Albornoz, que con su picardía e irreverencia se animó a jugársela y generar las dos acciones que terminaron en try para Tucumán. “Nunca me imaginé que sería clave para ganar. Cuando uno entra quiere hacer lo mejor para el equipo y por suerte se me dieron las ocasiones para marcar el try y asistir en el otro. El triunfo fue de todos”, señaló “Tomy”, repartiendo el crédito.
El apertura reemplazó a Máximo Ledesma cerca del final del primer tiempo y se puso la conducción del equipo al hombro. “Todo dependió exclusivamente de nosotros, porque cuando empezamos a tener la pelota y a jugar, el partido cambió. Por eso fuimos justos ganadores”, agregó.