Guillermo Tapia comenzará el año con una marca en el calendario. Entre septiembre y octubre tiene previsto viajar a Sámara, en Costa Rica, con sus changos: los egresados de la promoción 1988 del colegio Gymnasium. El aniversario será doble porque, a los 30 años de que terminaron el secundario, se suman los 10 que transcurrieron desde el primer viaje de “re-egresados”.

“En 2008 nos juntamos con varios de los chicos, y decidimos viajar a Río de Janeiro y a Buzios, en Brasil. Un viaje de ‘re-egresados’. Pudimos juntarnos 18 y fue todo un éxito. Cuando llegás a los 40 años estás, más o menos, en la mitad de tu vida. Y de esa mitad una gran parte la ocuparon tus amigos del secundario”, recordó Tapia.

La próxima apuesta se definió hace un mes. “Tratamos de que sea accesible para todos porque cada uno tiene su realidad. Queremos hacerlo con tiempo para llegar a pagarlo en cuotas. Buscamos la temporada baja para no coincidir con las vacaciones familiares. Y hay que pedir los permisos”, se ríe Tapia, que es comerciante. El grupo mantiene contacto por WhatsApp y ahí es donde entra en funciones otro egresado: Javier Lesnik. “Javier es el que insiste con los mensajes, el que dice ‘muchachos, la vida es una sola’. No sé cómo explicarlo, somos como una banda de hermanos. Es una cuestión espiritual, algo que te recarga. Lo vivimos como si fuera una misa. Uno de los chicos lo resumió bien: estos viajes te suman años”, describió.

Como Tapia y sus amigos del secundario, el fenómeno de los viajes de “re-egresados” se repite cada vez con más frecuencia en nuestra provincia. Las agencias de viajes se sumaron y hasta ofrecen distintos paquetes. Un elemento que incide en estos encuentros: gracias a las redes sociales, muchos volvieron a encontrarse y ahora mantenerse en contacto ya no es una promesa imposible de cumplir, como sucedía antes del boom de Facebook.

¿El secreto de los “re-egresados”? Tapia lo tiene claro: “hay que llevarse muy bien y tener ganas de disfrutar. El destino es lo que menos interesa. Eso sí, si hay gente que hace 30 años que no se ve, si no tenés mucha relación... no sé si conviene hacer un viaje de golpe. La cosa es volver del viaje más hermanados”.

Quinto año


No hace falta que pase mucho tiempo para organizar un viaje. Estela Briatura, Rodolfo Dörrhöfer, Lucas Rojas, Pablo Almaraz, Darío Juárez, Sofía Herrera y Jésica Carrazano egresaron en 2010 de la Comercio I, y en unas semanas viajarán por quinta vez juntos. “En la escuela nos costó ponernos de acuerdo con el viaje de egresados: de los 19 que éramos sólo viajaron cuatro. Los que quedamos decidimos irnos a San Javier caminando. Y lo disfrutamos un montón”, comenzó Rojas. “Muchas veces decimos que el viaje de cada año a El Mollar es en compensación por no haber podido viajar a Carlos Paz todos juntos”, relató Briatura. Y recordó: “como éramos un curso chico, nos conocíamos mucho y mantuvimos el contacto. En 2013 nuestra profesora de Literatura -y tutora de último año-, Viviana Alderete, nos invitó a su casa en El Mollar. Siempre tuvimos mucha onda con ella. Fuimos en carpa para no molestar tanto. Y, desde entonces, es que en todos los viajes nos pasa algo medio desastroso y nos terminamos riendo. Ahora ya nos deja la llave para que vayamos si es que no está. El tiempo pasa... trabajo, estudio y demás actividades de cada uno, pero tratamos de coincidir al menos unos días”. Con el paso del tiempo, cada uno cursó carreras en facultades separadas. Briatura estudia Francés en Filosofía y Letras, y también trabaja en una fundación; Rojas estudió gastronomía y ahora cursa Fotografía en la Facultad de Artes; Dörrhöfer estudia Derecho y trabaja con una tía contadora, y Almaraz estudia Ingeniería Civil en la Tecnológica y trabaja en un call center. Pero siempre hubo tiempo para una juntada. La reunión siempre estuvo a un WhatsApp de distancia. “La primera vez la profesora nos explicó cómo llegar: ‘tienen que buscar una piedra blanca en la entrada del Camino del Noruego. Si se pierden busquen en El Mollar al taxista Javier. Todos lo conocen. Él los lleva si se pierden’. Nunca lo encontramos a Javier: hasta el día de hoy no sabemos si existe. Al final, nos perdimos, pero encontramos la casa, que está alejada a tres kilómetros de la villa, sobre el cerro. Eso es lo bueno, tenemos una vista tremenda del dique y de Tafí del Valle”, contaron la historia un poco cada uno, entre Briatura, Rojas y Almaraz. Este año el grupo había planeado un viaje a Brasil o a México, pero los problemas para coincidir en una fecha y el dinero terminaron por sabotear esos destinos. “El Mollar siempre está a dos horas de distancia, ahí podemos coincidir todos, es nuestro cable a tierra y la prueba de que, para pasarla bien, no importa el lugar sino las ganas”, definió Briatura.

El porqué

Las redes sociales encontraron a los amigos del secundario desperdigados por la vida. Y el deseo de compartir y de evocar los valores de la juventud los está llevando a viajes increíbles.