A ESCENA
• A las 22 en Fuera de Foco (Mendoza 2.062).
Es de noche en una habitación precaria de un barrio marginado de Tucumán. La habitan personajes atravesados por la pobreza, que se vinculan entre sí de modo torpe y que padecen la violencia de un sistema político y social que los oprime y del que parece no haber salida. En ese contexto, cada uno irá revelando un costado humano, sensible y hasta cómico, que harán de “Pajarito” una propuesta teatral que llevará al público por diversas emociones.
Esa es la síntesis del premiado texto del mendocino Osjar Navarro Correa, que pone en escena Huerto Bravo Yñigo con las actuaciones de Miguel Aparicio, Lucas Romero, Gonzalo Gómez y Madeleine Jaime Ascárate, en el espacio artístico Fuera de Foco.
Ellos integran el grupo Margen de Error, que se conformó mientras estudiaban la Licenciatura en Teatro de la Facultad de Artes de la UNT. Luego de una primera lectura de la obra, surgieron en el análisis las subhistorias, que los motivaron a llevarla a escena.
“Es una pieza interesante con un posicionamiento político, ideológico y social que nos llama a cuestionarnos como miembros de la sociedad. No es casual el contexto histórico ni, mucho menos, los temas que se abordan, como la marginalidad, la violencia, el valor del otro como sujeto de derecho, entre otros. Es una pieza que muestra una realidad que vivimos todos los días y ante los cuales miramos para otro lado a menudo. Por ese motivo decidimos sacarla fuera del contexto académico y montarla en una sala”, afirma la directora en su contacto con LA GACETA.
El texto ganó el Certamen Nacional de Dramaturgia del Instituto Nacional del Teatro en 2011, pero Bravo Yñigo aclara que ese reconocimiento no influyó en ningún tipo de decisión, sino que se privilegió que sea una obra “compleja y hermosa”. Tampoco se tomó contacto con el autor más allá de lo referido a la autorización para la puesta. Inicialmente, la acción se despliega en el barrio La Gloria del Gran Mendoza, donde vivió varios años Navarro Correa, pero lo que sucede se repite en otros sitios.
- ¿La marginalidad mendocina que describe el autor es similar a la tucumana?
- En el contexto actual creemos que el sistema expulsa, margina, mata. Vivimos políticas de exclusión, de ninguneo, de violencia institucional, verbal y física que supera ampliamente lo que se puede llegar a mostrar escénicamente. La marginalidad la vemos en cada provincia. Nosotros intentamos acercarnos desde una visión tucumana al texto. Lo lamentable es que exista y se sostenga lo que ocurre.
- ¿Cuáles son los sueños de los expulsados?
- La idea de pertenecer, de estar integrados, de formar parte es hoy la búsqueda de miles de sujetos. Lo que se ve en escena no es real: lo real lo vivimos y lo padecemos todos. Los sueños en ocasiones son simplemente la búsqueda de un derecho arrebatado y que todos reconocemos, pero no accionamos.
- ¿ De qué modo transitás entre el amor y la violencia en la puesta en escena?
- Las personas somos contradictorias, complejas, un entramado de construcciones sociales, culturales, institucionales y afectivas que atraviesan los cuerpos a lo largo de nuestra vida. Me parecía interesante mostrarlo así: no pasar por algo binario de blanco o negro, sino asumir esa complejidad y trabajar con intensidades diversas a lo largo de la obra, ir de momentos de mucha tensión a otros más livianos que rocen lo cómico y le den un respiro al público, para pensar, reflexionar o mirar de otra forma lo que decidimos mostrarle.
- ¿Qué implica esta experiencia como directora?
- Implica la responsabilidad de asumir la dirección de un proceso creativo y llevarlo a un público amplio. Es un proceso de trabajo, donde pongo en práctica lo que aprendí en la Facultad, en la vida, con los compañeros, amigos y profesores. Me gusta charlar con gente que tiene trayectoria, saber como piensan, ven y hacen teatro para construirme.