DEBUT

• A las 22 en La Colorida (Mendoza 2.955).

En 1939, una bella joven encarnó a la mafia local. Su nombre se instaló en la historia como un paradigma criminal: Ágata Galiffi, la hija de Chicho Grande, detenida y condenada en Tucumán cuando no pudo robar la bóveda del Banco de la Provincia ni ubicar billetes falsos. Fue protagonista de libros, películas y, ahora, de una obra teatral a cargo del grupo Die Pinken Clauden, que se estrenará hoy en La Colorida.

La dramaturgia, la puesta y las actuaciones de “Ágata, la flor” fueron encaradas por Victoria Pérez, Esteban Zelarayán y Daniela Flores Blasco. La obra se construyó a partir de los relatos de los tucumanos que recuerdan la leyenda por la tradición oral; de diversos materiales de consulta bibliográfica (incluyendo el archivo de LA GACETA) sobre el origen de la mafia rosarina y en el país; de la película “La maffia”, de Leopoldo Torres Nilsson, y del libro de Esther Goris sobre el personaje.

“En nuestro trabajo, la dramaturgia siempre se construye a partir de las imágenes que nos inspiran los hechos que estudiamos. Por eso la puesta no está enfocada en la narración verbal, sino en la narración con imágenes”, explica Flores Blasco, ya que en el montaje el grupo trabaja en teatro de objetos y de sombras, junto a la interpretación actoral.

La actriz tucumana agrega: “nos atrajo el hecho de que siendo mujer se haya puesto al frente de una serie de actos delictivos en Tucumán y que haya comandado a un grupo de pistoleros y vándalos para organizar sus crímenes”. Una vez detenida, Galiffi no fue a la cárcel, sino a una institución psiquiátrica por años. “Estuvo encerrada en un hospital de alienados, de locas; nos dimos cuenta que lo que ella vivió no se aleja de lo que sucede actualmente en los contextos de encierro femeninos”, agrega.

Zelarayán reivindica que “cualquier historia es ideal para ser adaptada al teatro de objetos, y usamos una diversidad de recursos en función de la estética particular de esta obra”. “Es un espectáculo para toda la familia, aunque a veces la oscuridad puede asustar tanto a niños como a grandes. La sombra es el residuo, lo que queda, es lo que la historia deja; las sombras con las que uno vive”, sostiene Pérez, quien añade: “el pasado, por momentos, es un reflejo de la actualidad, por lo que nos sedujo la posibilidad de viajar en el tiempo y construir esta historia con los elementos de su época, como el vestuario, la música, las costumbres y la transgresión de esta mujer”.

Die Pinken Clauden cumplió una década en los escenarios locales y tiene varias obras en su haber. “El grupo evolucionó a partir de profundizar en la investigación de las sombras y los objetos. Y continúa en la búsqueda de la mixtura entre estos recursos con lo actoral. Marcamos una posición firme en cuanto a las temáticas de género, valorizamos el rol de la mujer en relación a su contexto y hacemos foco siempre en la tucumanidad”, subraya Flores Blasco.