Por Oliver Pietschmann, DPA.-
BERLÍN/PARÍS.- La Primera Guerra Mundial, la Gran Guerra (1914-1918), está considerada como la primera gran catástrofe del siglo XX y el fin del mundo tal como se lo conocía hasta entonces.
Su final, del que se cumplen 100 años, se produjo el 11 de noviembre de 1918 con el armisticio de Compiègne, que adopta el nombre del bosque al norte de París donde se firmó. La victoria de los aliados marcó el derrumbe de imperios y el surgimiento de otros poderes hegemónicos, como EEUU.
También allanó el camino a los nacionalismos que desembocaron en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Entre otras cosas por las duras condiciones impuestas a la derrotada Alemania en el Tratado de Versalles (junio de 1919).
Este acuerdo selló la paz, pero obligó a los alemanes a aceptar toda la responsabilidad moral y material por la guerra, a entregar partes de su territorio y a pagar exorbitantes reparaciones (indemnizaciones) a los vencedores.
El detonante de la contienda fue el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del Imperio Austrohúngaro, el 28 de junio de 1914. El archiduque murió junto con su mujer en Sarajevo a manos del extremista serbio Gavrilo Princip. Las potencias del continente se precipitaron entonces, en apenas cinco semanas, a una guerra marcada por los errores de cálculo, los temores, la incompetencia y la excesiva confianza de sus dirigentes en sí mismos.
Al final, los cuatro años de batallas y masacres hicieron que se derrumbaran las monarquías de Alemania, Austria, Rusia y el Imperio Otomano. Además, cambiaron las fronteras en todo el mundo e hicieron surgir nuevos países.
La Gran Guerra fue el caldo de cultivo para el surgimiento de la Unión Soviética y el nacionalsocialismo de Adolf Hitler. Sin ella no habrían existido la Segunda Guerra, el Holocausto, el estalinismo o la Guerra Fría. Según el historiador Volker Berghahn, inició una época más larga “que cubrió a Europa y a todo el mundo al final con otra orgía de violencia”.
En 1914, Austria-Hungría y Alemania se enfrentaron a Francia, Rusia y Reino Unido. Tras el asesinato de Francisco Fernando, Berlín les dio a sus socios austríacos un cheque en blanco para atacar a los serbios, sabiendo que eso podía arrastrar a la guerra a sus aliados Rusia y Francia.
Con la invasión alemana a la neutral Bélgica fue arrastrado a la guerra también el Reino Unido. En 1915, Italia -ex aliado de Berlín y Viena- se sumó a la llamada Entente. Estados Unidos entró a la conflagración, en ese bando, en 1917. Enfrente, a la alianza de las Potencias Centrales se añadieron el Imperio Otomano y Bulgaria.
En la guerra murieron 9 millones de soldados, y varios millones sufrieron mutilaciones, secuelas por gas tóxico o traumas mentales. Perecieron millones de civiles.
Los militares fueron a la guerra con la mentalidad y las tácticas de un siglo atrás. Pensaban que iba a durar poco, los soldados y oficiales estaban mal equipados y muy poco preparados para la nueva tecnología bélica. El experto Gerd Krumeich destaca: “ninguno de los responsables políticos y militares esperaba tan gigantesca guerra”.
Las ametralladoras acababan con miles en minutos. Por primera vez se usó gas tóxico. Además, fue la primera contienda con aviones.
En la guerra de trincheras el ser humano era un mero material, y la batalla de Verdún, en 1916, fue el más cruento símbolo de ello. Los británicos perdieron en un solo día a casi 60.000 hombres.