A los cinco minutos de conversar con Roberto Suleta, es inevitable preguntarse qué sería de su vida si no existiera Boca. Tal sería hincha de otro equipo, o quizás ni le gustaría el fútbol. Sólo se puede conjeturar. Lo que sí es seguro es que sería una vida muy distinta, porque en esta, la que le tocó, Boca es omnipresente. Está en todos lados y adopta miles de formas: la de una partitura de tango, la de un yoyo, la de una alcancía de lata o la de una chapita de principios de siglo casi imposible de conseguir. Es que Roberto encontró en el coleccionismo la mejor forma de darle cauce a una pasión que no descansa ni cuando este hombre se va a dormir. “Yo sueño con esto. Sueño con que encuentro cosas de Boca”, confiesa.
No es para menos: lleva más de 20 años respirando polvo acumulado en depósitos y galpones de anticuarios y acumuladores compulsivos en busca de piezas para su increíble colección, que hoy tiene de todo pero que comenzó siendo sólo de revistas.
“Empecé buscando las de Boca campeón. Cuando me di cuenta ya tenía varias, así que me empecé a obsesionar con eso y también con conseguir revistas en las que Boca le había ganado a River. Las conseguí todas, desde 1931 hasta hoy. Gráficos, revistas partidarias y demás. Y todas originales, nada de fotocopias”, aclara.
Su afición era tal que llegó a oídos del propio club. “Un día me llamó una persona que decía hablar de parte de Boca. Yo pensé que era cargada. Decía que se habían enterado que yo coleccionaba y que quizás podía tener una revista aniversario de 1955 que no conseguían por ningún lado. Efectivamente, yo la tenía. Me ofrecieron comprármela, pero no quise. ¿Cómo se la iba a vender a Boca? Le dije que se la regalaba. El tipo no podía creer. Me dijo que a partir de entonces Boca era mi casa. Me invitaron a ver entrenamientos, a conocer el hotel donde se concentra Boca en Puerto Madero, y hasta me regalaron una camiseta autografiada de Román”, cuenta. Momentos después aparece con la 10 de Juan Román Riquelme, quizás el mayor de sus tesoros modernos, que también incluyen camisetas firmadas de Carlos Tevez, Fernando Gago, Hugo Ibarra, Cristian Erbes, Frank Fabra y otras figuras “xeneizes”.
Sin embargo, la verdadera riqueza de su colección radica en esas rarezas antiguas, que hablan de un club de barrio, tanguero y popular, y que son mucho más difíciles de conseguir que una casaca autografiada. Sólo a título ejemplificativo se pueden mencionar: banderines de todas las épocas, figuritas, juguetes, muñecos, cajas exhibidoras de pines, cajas de fósforos de 1930, formaciones completas con jugadores hechos de plomo, carnets de socios de principios del siglo pasado, abanicos con imágenes de Boca, cartas documento del club, recibos de seguro del club, el menú de una cena aniversario, una tarjeta de invitación a la despedida de Rattin y otra a una cena de 1955 organizada por Boca para agasajar a River, que había sido campeón. “Cómo cambian los tiempos”, se ríe.
Para ser coleccionista hay que tener paciencia, asegura. “Hay colecciones de cosas que pude completar consiguiéndolas de a una. Hoy internet te facilita mucho, pero antes tenías que escarbar donde fuera. Por ahí te pasaban el dato de que tal persona tenía algo para vender o para canjear. Y cuando me iba de vacaciones con mi familia a Mar del Plata, paraba en todos los pueblos de Buenos Aires buscando anticuarios”, relata Roberto, agradecido con su familia por hacerle el aguante. “Me tuvieron que esperar muchas veces”, explica.
Reconoce que para el partido de hoy está nervioso, pero no es de los que pierden la compostura frente al televisor. No es un Tano Pasman. “Por lo general no lo veo solo y por eso trato de ser medido. Pero para ser sincero, me muero por ganar esta Copa”