La figura menuda de una mujer joven, protegida con su casco reglamentario blanco resalta entre el barro, la retroexcavadora amarilla y las figuras masculinas que circulan por el predio de una obra en construcción, en Barrio Sur.
Hace una década, esa habría sido una imagen extraña. Y aunque hoy ya no lo es tanto, para que las mujeres puedan transitar tranquilas en territorios tan tradicionalmente masculinos como el de la construcción, hubo (y continúa) mucho trabajo de concientización sobre la violencia de género que ya no tiene retorno. Y el acoso, como afirma Natalia Czytajlo en su columna en esta página (ver Punto de vista), es una forma de violencia de género.
¿Qué hubiera hecho un obrero de la construcción hace tres años, antes de la explosión del #Niunamenos, ante un cartel con ese mensaje en su lugar de trabajo?
En busca de pistas, la arquitecta Florencia Vidal (Facultad de Arquitectura de la UNT) indagó sobre la escasa presencia de mujeres en el mundo de la construcción. Se encuestó a 30 albañiles de entre 19 y 44 años, y algunas de las respuestas fueron: “Yo, como referente de obra, tuve compañeras mujeres y comprobé que se rinde mejor en el trabajo, hay más compañerismo y respeto”; “Andan bien las mujeres en la obra. Todo se puede en la vida”; “Dada la situación económica que vivimos, todos pueden trabajar en lo que sea”; “Sí, siempre y cuando sepan trabajar”; “No, es un trabajo pesado”, “Esto es un trabajo de hombre”; “No, es un trabajo duro”; “Las mujeres no podrían descargar materiales pesados en la obra”.
Ellas hacen
En su investigación, Vidal recuerda que el Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia sigue sosteniendo el programa “Sí, somos plomeras”, y recupera experiencias de mujeres que trabajan de forma independiente en tareas de albañilería. “Ellas recalcan que la mayoría de sus clientes son mujeres que temen llevar a sus viviendas hombres desconocidos”, indica Czytajlo, respecto del trabajo de su discípula.
María del Carmen Carrillo es la secretaria de la Mujer del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia. Afirma que trabajó este tema con la Facultad de Arquitectura (como lo hizo ya con Aetat y con el sindicato de Camioneros). Señala que en las capacitaciones en obras en construcción se pegó cartelería; y que se insistió en que “el cuerpo de la mujer es algo privado”. Sin embargo, advierte que hay un vacío legal que debe ser subsanado. “Al no ser punible el acoso, deberíamos armar ante cada situación un protocolo de actuación. Hay en la Cámara un proyecto en el que se propone sancionar con $ 30.000 al acosador. Yo pensé en impulsar una iniciativa provincial en ese sentido; porque el gran disciplinador -concluye- es el bolsillo”.