Philip Roth (1933-2018). Por Pablo Nardi.-
El gran novelista americano Uno de los más destacados escritores de los Estados Unidos y uno de los principales -y más injustamente eludidos- candidatos al Nobel. El autor supo hacer brotar abismos de significado en lo más sencillo de la cotidianeidad. Para muchos fue el escritor más comprometido con la realidad.
En 2003, el célebre crítico Harold Bloom declaró que los escritores norteamericanos vivos más importantes eran Don DeLillo, Thomas Pynchon, Cormac McCarthy y Philip Roth. De los cuatro, Roth fue, además del más premiado y con mayor presencia en los medios, el más comprometido con la realidad material. En su obra, la ficción (o la forma) parece estar al servicio de la realidad y no al revés. Por eso sus personajes, que en muchas ocasiones son alter ego del autor, intentan entender algún aspecto de la realidad, ya sean los impulsos sexuales, como en El lamento de Portnoy, o bien una coyuntura histórica, como en Me casé con un comunista.Philip Roth nació en Newark y proviene de familia judía, de ahí que las primeras inquietudes de Roth estén orientadas a la doble condición de ser judío y norteamericano. En novelas tempranas como Goodbye, Columbus se percibe el interés del autor por cómo la comunidad es vista desde afuera pero también, y sobre todo, desde adentro. La actitud de llevar las cosas hasta el fondo es una característica que acompañó al autor de La mancha humana toda su vida. Acusado de antisemita y, últimamente, de misógino, nunca tuvo miedo de llevar sus personajes hasta el límite ni de explorar las fisuras de una época.
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Philip Roth nació en Newark (New Jersey) en 1933 y murió en Nueva York, a raíz de una insuficiencia cardíaca. Autor de 31 libros, ganó buena parte de los grandes premios literarios de su país y muchos a nivel global, excepto el Nobel, constituyendo una de las más recientes y resonantes lagunas de la Academia Sueca. Obtuvo, entre otros, dos National Book Award, dos National Book Critic, tres PEN/Faulkner, el Príncipe de Asturias, el Man Booker y el Pulitzer. En 2012 anunció -y cumplió- que dejaba de escribir.
Tom Wolfe (1931-2018)
Fue uno de los padres del Nuevo periodismo y uno de los novelistas norteamericanos más célebres. Paula Varsavsky lo entrevistó para LA GACETA Literaria en 2008, en su última visita a la Argentina, y reprodujimos esa nota este año. El autor de La hoguera de las vanidades habló, entre otras cosas, de la novela y dejó declaraciones como esta: “Si tu capacidad para transmitir por escrito es más importante que cualquier cuestión en el mundo, estás siendo realmente un escritor”.
La muerte de la novela, por Tom Wolfe
*Hay un solo tipo de novela que permanece viva. Me sonroja decir que son las del tipo de las que escribo. Sucedió algo extraño respecto de la novela norteamericana; es típico de la vida intelectual. Entre 1900 y 1939 fue la época de la novela realista. Por primera vez en 200 años, en Estados Unidos, la literatura fue conocida. Comenzó con Theodor Dreiser, continuó con Ernest Hemingway, Sinclair Lewis, William Faulkner, Scott Fitzgerald y John Steinbeck. De pronto, en toda Europa la gente comenzó a leer la novela norteamericana. Jean Paul Sartre escribió tres novelas profundamente influenciado por John Dos Passos. Hubo, entonces, un triunfo cultural. Sin embargo, luego de la Segunda Guerra Mundial empezó a circular la noticia de que la novela realista había muerto. Siendo sujetos colonizados obedientes, solamente en esta área, creímos que debíamos hacer lo mismo que los franceses, escribir novelas no realistas que entraran en categorías que terminan con “ismo”: minimalismo, deconstructivismo, realismo mágico. Todas eran aplaudidas por lo que denomino la amable aristocracia que determina el gusto. Pero el público en general no se interesó demasiado. ¿Y qué somos nosotros, unos pocos, contra tantos?* Fragmento de una entrevista de Paula Varsavsky a Wolfe, publicada en LA GACETA Literaria el 20 de mayo de este año.
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Tom Wolfe nació en 1931, en Richmond (Virginia, EE.UU.). Murió en Nueva York, a los 87 años. Fue uno de los escritores más relevantes y controvertidos de los Estados Unidos. Siendo joven se destacó por sus colaboraciones en medios como The Washington Post, Esquirer y New York Herald. Considerado uno de los padres del Nuevo Periodismo, corriente periodística que aborda la realidad con técnicas narrativas propias de la ficción. Tardíamente se abocó a la escritura de novelas, con gran éxito de ventas y de crítica. La hoguera de las vanidades, para muchos la gran novela de Nueva York, y Todo un hombre son sus títulos sobresalientes.
Jorge Estrella (1939-2018)
Fue uno de los mayores intelectuales de Tucumán y un colaborador sobresaliente de este suplemento por más de medio siglo. Horas antes de morir envió a LA GACETA Literaria este texto de despedida.
Adioses, por Jorge Estrella
He pedido que me entierren en Vinará, donde tengo memorias fuertes de mi infancia.Mientras tanto la vida sigue desde las sensaciones como el frío, la masticación o el sumergirse en el sueño. Plena ella de vida en esos sentires, recuerdos, presencias y borrosidades de la memoria. Desmemoriada del fin, la vida se instala allí como para siempre, y siento que le agradezco por eso. Me ronda sin eficacia la idea de escribir sobre esta experiencia que sólo vi desde fuera. Y que me cae en plena salud (antes de enfermar pedaleaba en la montaña hasta la mitad del camino sin descansar y sin dificultad, ni soy sedentario, fumador o bebedor).Fuera de los previsibles lamentos, ciertos asuntos me fueron quedando claros.Por un lado de punta a punta -¿elección de vida o secuela de una infancia con intemperies, cómo saberlo?- jamás me sentí importante. Siempre me postergué ante lo que entendí era prioridad para la familia. Tiempo, recursos, trabajos, viajes, dedicación, preocupaciones, estaban no referidas a mí sino especialmente a los míos. El contraste entre ello y las autorreferencias elogiosas imparables, que presencié cientos de veces, contribuyeron a que supiera esto tempranamente sobre mí mismo.En ese contexto la levedad del ser perdía bastante su condición insoportable. Y así estoy, viviendo lo de hoy, como asunto tan de este mundo que -salvo el dolor físico- no merece resaltar demasiado sus relieves.
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Jorge Estrella se graduó en 1962 en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, institución de la que fue profesor desde 1965. La Filosofía de la Ciencia fue su especialidad. Ejerció la docencia por varios años en la Universidad de Chile, país en el que estuvo exiliado en la década del 70, y también dictó cursos en universidades de Salta, Santiago del Estero y San Juan. Estrella fue autor de 24 libros de ensayos y relatos. Obtuvo el premio Rojas Paz, el Hernández Catá y el José Martí por su obra filosófica y narrativa. Publicó sus primeros textos en LA GACETA Literaria a mediados de los 60 y se convirtió en uno de sus colaboradores más asiduos y destacados.
Elvira Orpheé (1922-2018)
La escritora tucumana dejó su huella en las letras argentinas. Tucumán fue un “fantasma” inolvidable en su obra. Con sus novelas logró retratar facetas y momentos clave de la Argentina a través de un lenguaje potente y alucinado
La muerte y los encuentros, por Máximo Hernán Mena
Se puede leer el peronismo como un interrogante y una preocupación en la obra de Orphée. De este modo aparece en Uno, en La última conquista de El Ángel y en La muerte y los desencuentros: en la sombra del líder único omnipresente, en las marcas de la violencia que silencia y tortura, y en los acertijos del “comisario brujo” y las desapariciones. Se puede afirmar que La última conquista de El Ángel es la continuación de Uno, porque en la novela de 1977 se entrecruzan la ficción con la historia para representar el episodio del secuestro y tortura del estudiante Ernesto Mario Bravo ocurrido el 17 de mayo de 1951. La novela está narrada desde la voz de un torturador quien llega a afirmar que ya en esos interrogatorios “se buscaba información del futuro”.En consonancia con la paradoja del título en el libro de Juan José Saer, Elvira Orphée no publicó ningún libro de poesía pero toda su narrativa se impulsa por un trabajo creador e implosivo con la palabra. Las frases se expanden a fuerza de música e imágenes.Con la poesía en sus novelas, pervive y permanece ahora la obra de Elvira Orphée. Acaso convertida en una piedra viva y móvil, como en la novela de Garro. Por eso, hay que aprender a leer las piedras, la escritura del viento en las paredes de un libro o una biblioteca: “Éramos de la misma sustancia, nada más, la piedra, el viento y yo. La piedra y el viento palpitaban”. Porque eso es lo maravilloso de la literatura, los encuentros y la lectura, siempre pueden suceder a la muerte.
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Elvira Orphée nació en 1922, en Tucumán. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y en La Sorbona. Dos veranos fue su primer libro publicado, en 1958. Luego publicaría, entre otros, Uno, La muerte y los desencuentros y Basura y luna. Fue colaboradora de las célebres Sur, de Victoria Ocampo; Revista de Occidente, dirigida por José Ortega y Gasset; y de otras publicaciones como El Tiempo (Bogotá), Zona Franca (Caracas) y La Nación (Buenos Aires). Con En el fondo ganó el Premio municipal de Literatura de Buenos Aires. Fue amiga de escritores como Italo Calvino, Alberto Moravia y Alejandra Pizarnik. Fue colaboradora de LA GACETA Literaria.
Hebe Uhart (1936-2018)
Una de las más grandes escritoras argentinas. Para muchos, hasta su muerte, la mayor cuentista viva de nuestro país. También una de sus más talentosas cronistas y una formadora de autores que marcaron a la narrativa argentina. En su último viaje a Tucumán dejó algunas pistas para entender mejor los ejes de la escritura.
Literatura impura, por Fabián Soberón
Si hay algo que caracteriza a los libros de Hebe Uhart es la contaminación de los géneros. No hay nada puro en su literatura. Las voces de los personajes que aparecen en los viajes se mezclan con las reflexiones de la narradora y con los aportes de las técnicas de la ficción. El registro multiforme de la crónica se integra con el tono más íntimo y subjetivo del cuento. Para Uhart todo puede convertirse en literatura. El único límite es la exageración del método Uhart, podríamos decir. “El límite es no exagerar la pequeñez de lo que trabajo. En muchas notas, he puesto cosas mínimas pero también he puesto lo que no he podido lograr.” Y agrega: “cualquier cosa se puede convertir en literatura. Si está bien contado, cualquier cosa se puede convertir. Porque vos le podes contar la habitación de un hotel. Todos los hoteles son distintos. Si vos decís tres estrellas, pensás que son iguales. Pero no es así”...Fogwill dijo que ella es la mejor cuentista argentina. Cuando le menciono la frase, Hebe, tranquila, levanta el cigarrillo, se sonroja, y quiere cubrirse la cara con el humo que oscila en el aire: “sobre eso yo no puedo opinar. Fogwill exageraba, ya sabemos. No creo ni me la creo. Uno se dedica a algo pero se podría haber dedicado a otras cosas. A mí me hubiera gustado estudiar a los animales. Las vidas tienen muchas direcciones…”.
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Hebe Uhart nació en Moreno, provincia de Buenos Aires. Trabajó como docente y colaboró en distintos medios. Publicó, entre otros títulos, las novelas Camilo asciende (1987) y Mudanzas (1995), los libros de cuentos Dios, San Pedro y las almas (1962), El budín esponjoso (1977), La luz de un nuevo día (1983), Del cielo a casa (2003), Turistas (2008) y Un día cualquiera (2013). Y libros de crónicas como Visto y oído (2012). En 2017 recibió el consagratorio Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, uno de los mayores reconocimientos de la lengua castellana. La editorial Adriana Hidalgo ha lanzado el volumen de sus Novelas reunidas (2018), al que seguirán el de sus cuentos y el de sus crónicas.